La sal y la luz siempre son para los otros. En los dos elementos existe un punto de generosidad y entrega. A esto se une el ser sin ser percibidos. La sal se disuelve y da sabor, cura a los alimentos y no nos percatamos de ello. La luz nos ayuda a descubrir lo que nos rodea y vencer la oscuridad. Una y otra son una propuesta clara para nuestra manera de entender la misión y el seguimiento de Jesús: generosidad y desprendimiento, desgaste por los otros sin protagonismos.
En un mundo de premios, medallas, ‘yoyismo’… Jesús propone dar sin ser vistos, alumbrar para que otros se vean, desgastarse sin guardarse nada, iluminar para vencer tinieblas de los otros. Misión que pasa por el anonimato dando sentido a lo que nos rodea. Donde vivimos que tenga sabor, sentido, luz… la que nosotros demos.