Le pedimos signos, señales, seguridades… Aquella generación le pidió y nosotros también. En ocasiones utilizamos pequeños chantajes para forzar determinadas respuestas.
Queremos seguridades que nos hagan olvidar nuestra condición de hombres y mujeres abiertos, que se hacen preguntas, que dudan y cambian… No queremos equivocarnos y le pedimos imposibles. El problema es que no sabemos mirar bien, ni aceptar en plenitud su señal: nos ama, se ha hecho uno como nosotros, ha dado la vida por nosotros, nos regala la salvación, resucitó el primero de muchos… ¿Qué más señales queremos? Confiemos plenamente en Él.
