Semillas en el Día del Corpus Christi

25 Jun, 2011 | Escritos de D. Antonio Amundarain

La presencia real de Cristo, pan de vida

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* A su inmolación cruenta en la cruz Jesús anticipó su inmolación incruenta, al instituir el gran sacramento. Lo hizo para darnos la tremenda lección de entrega y donación, donación que nos santifica y nos eleva, adentrándonos misteriosamente en Él y en sus divinos secretos.

* La Eucaristía, multiplicada y distribuida hoy por todo el mundo, es la copia auténtica donde leerán hasta el fin de los siglos todas las generaciones la conmovedora palabra del amor que Jesús, en la última noche de su vida, dejó escrita y rubricada en tan maravillosa forma.

* Jesús vivió ansiando el momento de dar al hombre la prueba más estupenda de su amor. Este momento fue el de la institución de la Eucaristía. Esta es la obra maestra del poder de Dios.

* La prueba de amor más grande, más sublime, la prueba única y exclusiva de Jesús es la institución de la Eucaristía.

* Jesús está oculto, pero Jesús está vivo, real y verdaderamente vivo. Las especies sagradas velan su sustancia, y la sustancia vela y encubre su persona divina; pero está, vive allí, vive infinitamente bienaventurado y glorioso como lo está a la diestra del Padre.

* La realidad más estupenda de la vida cristiana es el mismo Jesús realmente presente y vivo en la Eucaristía, para que nosotros vivamos, no sólo pensando y meditando y amando los recuerdos de un Dios ya accesible, sino comiendo y saboreando la realidad viva, dulcísima, cuya vida divina directamente vivifica, sustenta, sobrenaturaliza y diviniza la vida de nuestro espíritu, santificando al mismo tiempo con él hasta nuestra carne, que por su virtud un día ha de convertirse de corruptible en incorrupta.

* Todo un Dios, con todo su poder, su grandeza, su sabiduría, su misericordia, su amor, sus sacrificios, sus méritos y santas obras está como reconcentrado en una pequeña hostia, que yo como para mi bien.

* Jesús no sólo se hace presente en el altar para que le adoremos y le ofrezcamos al Padre eterno como Hostia y Víctima por nuestros pecados; ni siquiera para que estemos con Él en íntima visita y dulce compañía de mutuas comunicaciones, sino principalmente para ser nuestra comida, nuestro alimento, alimento vital del alma, a fin de que comiéndole, sea mantenimiento de nuestro espíritu y tengamos vida, vida de gracia aquí en la tierra y vida de gloria allí en el cielo.

* Jesús es el Dios escondido. El encubrimiento de Cristo en la Eucaristía es en supremo grado misterioso y divino. Allí se oculta a nuestras miradas bajo pobres signos infinitamente distantes de su infinita grandeza, restringiendo en los accidentes de pan y de vino hasta su propia personalidad, bajo las formas de mera sustancia, para ser sustento de las almas.

* En la encarnación el Verbo se escondió en la naturaleza humana; en la Eucaristía la sustancia del cuerpo y de la sangre de Jesús es la que, por sí y en virtud del sacramento, se hace presente, y aun esto lo encubren los velos misteriosos de la hostia y el vino. Ahí todo se esconde, lo divino y lo humano, el ser y la vida; y ante el gran misterio, si la luz divina no nos ilumina, pasaremos sin apercibirlo ni sentirlo.

Seleccionó Manoli Rojo (AJM)

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