Ella aplastará tu cabeza

30 Nov, 2011 | Escritos de D. Antonio Amundarain

ELLA APLASTARÁ TU CABEZA

La Virgen Inmaculada el triunfo de Dios sobre el infierno.

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Un día se dejó oír en el Paraíso terrenal una infernal carcajada, cuando Satanás arruinaba con su diabólica astucia, la grandiosa y bella obra divina de la aparición del primer hombre, colocado en el pedestal más elevado de toda la creación.

Adán fue derribado del trono en que Dios le colocara como rey de la creación. Pero a esta aparente derrota de Dios, había de seguir pronto el triunfo más completo de la diestra del Dios Omnipotente.

Soberbio el demonio desde entonces y casi desde su creación, había de ser humillado precisamente por la planta virginal de una débil doncellita, y él, que tuvo maña y astucia para engañar a la primera, había de ser confundido por la segunda Eva.

Cuando más ufano y engreido estaba, sentándose en el trono usurpado al hombre en el Paraíso, tuvo que oír el fallo del Omnipotente, que le anunciaba su derrota bajo la planta de una Virgen. “Ella aplastará tu cabeza”.

A todo esto corrían los siglos, y el demonio seguía ejerciendo su imperio tiránico y cruel desde los ídolos y simulacros que el hombre, esclavo suyo, le iba levantando en todas partes. El demonio en verdad era el rey del mundo
Pero sonó la hora de Dios, hora de piedad, de misericordia y de amor; en la cámara de una anciana madre se descubre el misterio de una encantadora niña; en aquel seno es concebida María Inmaculada y hermosa y allí mismo su diminuta planta pura y virginal aplasta la cabeza del soberbio dragón. Impotente éste se retuerce desesperado, como un día, el espantoso Holofernes bajo la espada de la intrépida Judit; pero en vano, ya está vencido. Se ha cumplido la palabra de Dios: “Ella quebrantará tu cabeza”; y aquel formidable imperio de cuatro mil años aparatosamente se derrumba, y sobre sus escombros, como sobre inmenso pedestal, aparece sublime y arrebatadora la figura de una niña purísima y angélica aplastando la cabeza del que hasta entonces había sido el dios del mundo. Ella encerrará en su santísimo seno al Dios de la justicia y de la verdad, al Dios de la paz y del bien, al Dios de la caridad y del amor.

¿Será una ilusión mía? ¿Me habré engañado? ¿O será verdad, que en este maravilloso cuadro, como en un espejo, estoy viendo nuestra obra de la Alianza virgínea, tan pequeña como esa niña; pero limpia y pura como ella…llevando en su abrasado corazón de virgen y brindándole a ese mundo esclavizado por el demonio, a aquel mismo Dios de la justicia de la paz y del amor?

Así sueño hermanitas mías, así pienso cuando os veo y cuando en vosotras pienso; y vosotras así debéis pensar y soñar cuando en lo que sois pensáis y soñáis.

El triunfo de la Inmaculada sobre el demonio, es vuestro triunfo sobre él y sobre el mundo todo. La Alianza Virgínea que tuvo su origen y su principio a los pies de una benditísima Virgen, es obra que, como ella, no admite mezcla de ningún género con el mundo, demonio y carne.

De ahí que toda hermanita de la Alianza desde el momento que ingresa en la Obra va resueltamente a aplastar con su planta virginal la cabeza al dragón y a toda obra que lleve la inspiración de su envenenado espíritu.

Las hermanitas de la Alianza sueñan sólo en jardines de azucenas, pues que allí y solo allí se apacienta el rico Amado de sus almas.

Nuestra obra debe ser y será, si vosotras queréis, una copia en miniatura de la misma Inmaculada; pura como Ella, Virgen como Ella, y como Ella, sin mezcla de otro espíritu que el divino, tabernáculo de amor santo, para guardar a Jesús y darlo al mundo, como lo fue su purísimo seno y su ardiente corazón. Ella es nuestra patrona, nuestro camino, nuestro modelo, nuestro refugio, nuestra protectora y nuestra vida.

Tus hijas te aclaman, te engrandecen, te cantan y te piden con fe y confianza: que cuides tu Obra, que guardes a tus hijas sin mancha y sin arruga.

Virgen Inmaculada haz que la Alianza Virgínea sea paraíso regalado, delicioso jardín de fragancia angélicas, donde solo, solo, solo broten crezcan y florezcan las azucenas blancas y azucenas moradas para Jesús y para ti.

Diciembre de 1926
EL ESCLAVITO.
(Así firmaba D. Antonio Amundarain sus escritos en bastantes ocasiones)

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