El Papa Francisco nos indica que:
Somos llamados a experimentar y mostrar que la fuente de nuestra alegría, es Dios -capaz de colmar nuestro corazón-; no necesitamos buscarla en otra parte.
La fraternidad auténtica, vivida en nuestras comunidades alimenta nuestra alegría y nos realiza como persona; también nuestra entrega total al servicio de la Iglesia (familias, jóvenes, ancianos, pobres) da sentido y plenitud a nuestra vida
No destruye nuestra alegría interior el padecer, el sufrimiento: con ello nos es dado participar en los padecimientos de Jesús, que por amor a nosotros, no rehusó la cruz.
Nuestra alegría hace atractiva a las nuevas generaciones la vida consagrada: no bastan las bellas campañas vocacionales, ni la eficiencia y potencia de nuestros medios de evangelización. Les habla una vida “que transparenta la alegría y la belleza de vivir el Evangelio y de seguir a Cristo”.