A la Virgen se le pidió confianza, y Ella nunca exigió una señal. Su fe se alimentaba de amor, y en ese darse de Dios, María concibió en su interior el fruto de su fidelidad: el amor de Dios hecho carne.
Ponte en camino, como María, para servir; ponte en el camino de la caridad, ve de prisa a llevarle al hermano las alegrías y la paz; vamos, salid de nuestras comodidades y acercaos al necesitado, al que padece hambre, al desconsolado, al que va sin rumbo por la vida… Imita a la Virgen María y abandónate en las manos del Señor, para poder servir mejor, mostrando a Jesús en tu regazo, quedándote en un segundo plano, en silencio, con el rostro iluminado por la alegría, pero sabiendo que el protagonista es Él.