Virginidad Consagrada (26)
Un don que no nos pertenece, es pura gratuidad.
«Hablar de la virginidad consagrada como un don en la Iglesia y para la Iglesia sólo
es posible, si reconocemos en Dios uno y trino su fundamento y su fin. ¿Qué otro
sentido tendría sino la virginidad o el celibato por el Reino de los cielos? Ninguno. La virginidad consagrada supone penetrar en el misterio de la Encarnación. No se trata
de una decisión privada o meramente personal, porque la virginidad consagrada es
un don recibido de la mano de Dios y desde la Iglesia. Como tal don, no nos pertenece, es gratuito, y a la vez es respuesta, donación, entrega«
(Card. Ratzinger 25-3-88)