Pobreza Consagrada (33)
Este estilo de vida implica, paradójicamente, riqueza.
Porque al compartir nuestro tiempo, nuestra cercanía, nuestra ayuda… al darnos… Dios nos llena de Él mismo.
Es el gran regalo del «ciento por uno», al que se refiere la Palabra.
¡Bella experiencia! que tú y yo, hemos experimentado.
La vivencia de la pobreza evangélica en radicalidad nos hace entrever la verdad de Dios.
«Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor. Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios. Como consecuencia de esto, si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos dejar de ser misioneros. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón«
(Evangelio Gaudium. N° 272)