A los participantes en la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (27 de noviembre de 2014)

1 Dic, 2014 | Año de la vida consagrada

»Ante el testimonio de un hermano o una hermana que vive plenamente esa vida la gente se pregunta: «¿Qué pasa aquí?»,»¿Qué lleva a esta persona más allá del horizonte mundano?». Esto es lo primero: ayudar a la Iglesia a crecer a través de la atracción. Sin preocuparse de hacer prosélitos: atracción».

»El testimonio de una vida evangélica es lo que distingue al discípulo misionero y, especialmente, a los que siguen al Señor en el camino de la vida religiosa. Y el testimonio profético coincide con la santidad. La verdadera profecía nunca es ideológica, no está en contraste con la institución: es institución. La profecía es institucional, no sigue la moda: es siempre un signo de contradicción según el Evangelio, como lo fue Jesús. Jesús, era un signo de contradicción para las autoridades religiosas de su tiempo. Los jefes de los fariseos y de los saduceos, los maestros de la ley. Y lo fue también para otras opciones y propuestas: esenios, zelotes…»

«No queremos combatir batallas de retaguardia, de defensa, sino estar en medio de la gente», (palabras del Presidente de los Superiores Mayores) »Esto no es fácil, no es obvio requiere la conversión; requiere, sobre todo, la oración y la adoración; y requiere compartir con el pueblo santo de Dios que vive en las periferias de la historia. Descentrarse. Todo carisma para vivir y ser fructífero esté llamado a descentrarse, para que en el centro esté sólo Jesucristo. No hay que guardar el carisma como una botella de agua destilada, hay que hacerlo fructificar con coraje, confrontándolo con la realidad actual, con las culturas, con la historia, como nos enseñan los grandes misioneros de nuestros institutos». “La fraternidad es otro de los signos que la vida religiosa debe mostrar en una época en que la cultura dominante es individualista, centrada en los derechos subjetivos”. »La vida consagrada puede ayudar a la Iglesia y a toda la sociedad dando testimonio de fraternidad, de que se puede vivir juntos como hermanos en la diversidad porque en la comunidad no se elige antes; uno se encuentra con personas diversas por carácter, edad, educación, sensibilidad … y sin embargo, se intenta vivir como hermanos. No siempre es posible, por supuesto… pero se reconoce que uno se ha equivocado, se pide perdón y se perdona. Y esto es bueno para la Iglesia, hace que circule en su cuerpo la linfa de la fraternidad. Y también es bueno para toda la sociedad». Pero esta fraternidad »presupone la paternidad de Dios y la maternidad de la Iglesia y de la Madre, la Virgen María. ‘‘Una relación cultivada diariamente con »la oración, la Eucaristía, con la adoración, el Rosario. Así cada día renovamos nuestro «estar » con Cristo y en Cristo, y establecemos una relación auténtica con el Padre que está en los cielos y con la Madre Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica, y la Madre María. Si nuestra vida se sitúa siempre en estas coordenadas fundamentales, también seremos capaces de fraternidad auténtica, de una fraternidad que da testimonio y que atrae».

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