APOTEGMAS DE JESÚS
He rastreado los textos evangélicos, y os ofrezco, a modo de sentencias remecidas de sabiduría y de experiencia teologal, las expresiones axiomáticas que más me han llamado la atención, por la dimensión de universalidad que contienen, todas ellas puestas en labios de Jesús.
“Nadie cose un remiendo de paño sin remojar en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor.” (Mc 2, 21)
“Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.” (Mc 2, 22)
“Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: «El añejo es el bueno».” (Lc 5, 39)
“Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.” (Mt 6, 24)
“Nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa.” (Mc 3, 27)
“Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.” (Lc 8, 16)
“Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” (Mt 11, 27)
“Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae.” (Jn 6, 44)
“Nadie va al Padre sino por mí”. (Jn 14, 6)
“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.” (Jn 15, 13)
“Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.” (Jn 3, 13)
“Nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre.” (Jn 10, 29)
“Nadie me quita (la vida); yo la doy voluntariamente.” (Jn 10, 18)
“Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo” (Jn 3, 27)
“Nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno.” (Mc 10, 29-30)
“No hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.” (Mc 9, 39)
“Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.” (Lc 9, 62)