Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: Tú eres mi bien.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
yo no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. (Sal 15)
No el poder, sino la humildad.
No la burla, sino el amor.
No la riqueza, sino la pobreza.
No el purismo, sino la inocencia.
No el ‘mal menor’ sino la justicia.
No el abuso de bienes, sino el uso de bienes.
No la agitación, sino el silencio.
No el fanatismo, sino la fe.
No la opresión, sino la libertad.
No la letra, sino el espíritu.
No el primer lugar, sino el último.
No el tratado, sino la poesía.
No el egocentrismo, sino el humanismo.
No una Iglesia instalada, sino perseguida.
No mi voluntad, sino la voluntad del Padre.
No el desprecio, sino la compasión.
(A. C. Comín)
Flp 2,14 -15
Cualquier cosa que hagáis, sea sin protestas ni discusiones: así seréis irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo.
El que obra la verdad va a la luz para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.
Lleva en el corazón la ley de su Dios y sus pasos no vacilan.
Tú, haces posible que nos volvamos hacia ti… Y la luz interior brote en nuestros corazones.
Que no escatimemos, Señor, esfuerzos, tiempo, medios, iniciativas, para intentar ayudar a que aunque sólo sea uno de esos hermanos acomodados en la omisión, recuperara su fe y volviera sinceramente su corazón a ti.
Aumenta nuestra fe, para que la palabra que sale de nuestros labios vaya siempre acompañada de obras y así poder animar con nuestro testimonio.
Tú que hallaste el tesoro que nos habla el Evangelio, y fuiste antorcha para los demás, haz que también hallemos ese tesoro: CRISTO VIVIENTE EN NOSOTROS Que El nos llene de paz, de justicia y de amor, en medio de nuestras tribulaciones.