CUARESMA 2012
CUARENTA DÍAS CON LOS CUARENTA ÚLTIMOS
Cristo nos ha liberado para que seamos seres libres;
permaneced firmes y no os dejéis poner de nuevo el yugo de la esclavitud
(Gal 5, 1)
El pensamiento occidental ha sido reacio a enfrentarse
con las preguntas provenientes de las víctimas.
Pensar desde el dolor de las víctimas produce una verdadera revolución ética.
José M. Mardones
Introducción
Un año más nuestros pasos avanzan por el camino de la cuaresma, un tiempo de conversión en la respuesta a la llamada a la que un día Jesús de Nazaret, el Cristo, nos invitó. Un tiempo también de revitalización de nuestra sensibilidad por el dolor de los seres humanos.
Este año queremos fijar nuestra mirada, corazón y razón en la realidad de los derechos humanos de las personas que viven en los cuarenta últimos, los cuarenta países con menor Indice de Desarrollo Humano, según el Informe Anual 2011 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Lo hacemos unidos al dolor social de quienes son víctimas de violaciones de sus derechos, y también al testimonio de quienes, en medio de dicha realidad, abrazan la responsabilidad de la denuncia, la promoción y la defensa de esos derechos.
El texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, señala en su preámbulo:
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajante para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada de la persona, el advenimiento de un mundo en el que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de conciencia…
Esta toma de conciencia de los actos de barbarie pasados y presentes, este conocimiento de las dimensiones del dolor y destrucción de los seres humanos, es una suerte de memoria colectiva planetaria de la que somos herederos y continuadores.
El camino de la cruz y la afirmación resucitada de Jesús de Nazaret alimentan pedagógicamente este compromiso como defensores de los derechos humanos. Conectarse con esta corriente histórica, contribuir a su desarrollo y vivir desde esta ética es una tarea humana y cristiana permanente. Una tarea que conlleva un triple compromiso: la denuncia de las situaciones de violación a la dignidad humana, la exigencia de respeto y aplicación de los derechos de las víctimas y la lucha contra la impunidad de los crímenes internacionales.
Los derechos humanos son el resultado de una larga historia, que va creando una conciencia universal que se consolida a partir del siglo XVIII tras las revoluciones americana y francesa. Una conciencia que se basa en la idea de la dignidad inherente a la persona humana; la persona es un fin en sí mismo y debe ser tratado como tal y no meramente como un medio. La dignidad humana tiene así un alcance horizontal, la igualdad de los seres humanos entre ellos sea cual sea el rango que cada uno pueda desempeñar en la sociedad. De esta igualdad se deduce la necesidad de un trato mutuo respetuoso, trato garantizado en particular por las herramientas jurídicas que son los Derechos Humanos: un conjunto de principios, de aceptación universal, reconocidos constitucionalmente y garantizados jurídicamente, orientados a asegurar al ser humano su dignidad como persona, en su dimensión individual y social, material y espiritual.
Para nosotros, cristianos, esta conciencia de la dignidad humana bebe de nuestras fuentes más profundas, expresadas en la Sagrada Escritura y en la Doctrina Social de la Iglesia. El ser humano tiene una inviolable dignidad por ser criatura, hecha a imagen de Dios, su Creador (Gn 1, 27).
De este principio fundamental, que defiende la dignidad sagrada de la persona, el Magisterio de la Iglesia ha desarrollado una doctrina social que indica con claridad el camino seguro para reconstruir las relaciones de convivencia según criterios universales, que responden a la naturaleza, a las diversas esferas del orden temporal y al carácter de la sociedad contemporánea; y precisamente por esto pueden ser aceptados por todos. (Cf. Juan XXIII, Mater et Magistra, 220)
Y por eso el Magisterio de la Iglesia no ha dejado de evaluar positivamente la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) del que el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia diría: El movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre es uno de los más importantes esfuerzos para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana (Cf. Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae, 1). Y, años después, Juan Pablo II la definiría como una verdadera piedra miliar sobre el camino del progreso moral de la humanidad (Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas, 2 de octubre de 1979, nº7).
A la hora de identificar la situación actual de los derechos humanos, la reflexión moderna tiende a destacar tres ámbitos: la degradación de la vida, la pérdida de libertad, la ausencia de justicia.
En torno a estos tres principios universales –la vida, la libertad, la justicia–, a sus situaciones de carencia y a los esfuerzos en su defensa, se desarrolla este año nuestra campaña cuaresmal.
* En el caso del derecho a la vida, reconoceremos en un primer bloque el derecho al agua, a la alimentación, salud, educación, vivienda, seguridad social, el acceso a un trabajo digno, los derechos sexuales y reproductivos, el derecho a un medio ambiente sano. Hoy se habla también de los derechos económicos, sociales, culturales, ambientales, del derecho al desarrollo junto a la creciente consciencia de la Tierra como sujeto de derechos, en un contexto de crisis global ambiental, que está poniendo en riesgo la existencia de la vida en el planeta.
* En el segundo bloque sobre el derecho a la libertad trataremos los derechos civiles y políticos, que protegen las libertades individuales y garantizan la capacidad para participar en la vida social. Los derechos civiles incluyen la garantía de la integridad física de las personas y su seguridad, la protección contra la discriminación por motivos de discapacidad física o mental, género, religión, raza, origen nacional, edad u orientación sexual; y los derechos individuales como la libertad intelectual y de conciencia, de expresión, de culto o religión, de prensa, y de circulación. Pero también condenan aquellas prácticas que vulneran gravemente la dignidad de la persona como la tortura, la pena de muerte o la desaparición forzada. Los derechos políticos incorporan los derechos de participación de la sociedad civil y la política tales como la libertad de asociación, el derecho de reunión, el derecho de petición, el derecho a huelga y el sufragio.
* En el bloque dedicado al derecho a la Justicia se incorporarán las dimensiones de igualdad ante la ley, la independencia judicial, la equidad procesal que incluye derechos tales como los derechos de los acusados, incluido el derecho a un juicio justo, el debido proceso, el derecho de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación integral y las garantías de no repetición.
La falta de justicia tiene su más grave consecuencia cuando se instaura la impunidad. La seguridad de que los perpetradores de los abusos no comparecerán ante la justicia envía un mensaje claro y poderoso a las víctimas de que no deben reclamar justicia. Por eso, junto a la idea de dignidad de la persona, los derechos humanos incorporan la del establecimiento de límites al poder, siendo así los derechos humanos la garantía de protección ante el poder absoluto del Estado.
Como otros años, para cada día de la cuaresma se ofrece una ficha con un testimonio y, a continuación, un texto jurídico Firmado y ratificado, obtenido de la riquísima fuente legislativa universal, que iremos conociendo. Para ayudarnos a pasar Del derecho al hecho, se ofrece un comentario y una propuesta de acción. Finalmente, una breve Oración nos ayudará a poner en manos de Dios tanto nuestros propósitos como la realidad de la que estamos siendo testigos.
Esperamos que un año más este recorrido por la situación de los derechos humanos en los cuarenta últimos, nos ayude a vivir solidaria y compasivamente esta cuaresma, mientras acompañamos a nuestro Señor en su subida a Jerusalén.