La mirada es una manera de intimidad.
Una mirada es más elocuente muchas veces que mil palabras.
La mirada nos delata y nos intimida.
Miramos aquello que nos interesa y que nos interroga.
El Señor nos mira en la intimidad porque se enamora de lo más nuestro de todo lo nuestro. Y ahí, en nuestra profundidad NOS LLAMA PORQUE NOS AMA.