Un viejo barco ocupado por unos 700 africanos vuelca frente a las costas de Libia
y solo es posible salvar a 28 y recuperar 24 cadáveres— es un eslabón más de una larga cadena de sufrimientos: un millar de muertos en los últimos días, 3.200 entre hombres, mujeres y niños durante el pasado año; cientos de ataúdes —muchos de ellos blancos— colocados en un hangar del aeropuerto de Lampedusa en octubre de 2013. A la espera de que las viejas promesas se conviertan en realidad, los cementerios del sur de Italia siguen llenándose de tumbas sin nombre.
ESTAS SON LAS RECOMENDACIONES FINALES DEL DOCUMENTO:
Los participantes, teniendo en cuenta las conclusiones derivadas del VII Congreso Mundial, desean declarar su compromiso de llevar a la práctica las siguientes recomendaciones:
1. Las comunidades eclesiales locales deben trabajar juntas para establecer un enfoque común y humano a los problemas y a las dificultades inherentes a la migración (por ejemplo, colaborando con las Conferencias Episcopales, los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones de carácter religioso), para proteger los derechos de los migrantes y prevenir la trata de seres humanos, la explotación y otros crímenes semejantes. Insistiendo en el trabajo dentro de un sistema de redes sociales (que nace de un simple intercambio de datos de contacto, como direcciones de correo electrónico, números de teléfono, datos de Skype y direcciones de los agentes de pastoral para los migrantes) se puede fortalecer una pastoral más generalizada.
2. Aquellos que, en la Iglesia, tienen la responsabilidad de la misión de la enseñanza se esforzarán por ampliar su conocimiento y comprensión del Magisterio de la Iglesia con respecto a la migración que, a su vez, tiene la capacidad de transformar la teoría en práctica a nivel local.
3. Los pastores de la Iglesia deben pronunciarse con una sola voz en materia de migración. La Iglesia es una voz profética para la correcta integración de los migrantes en las comunidades receptoras, teniendo presente la universalidad de la comunidad eclesial católica. Esto conlleva un enfoque pastoral más amplio, que va más allá del aspecto meramente caritativo.
4. La Iglesia puede hacer un mejor uso de los medios de comunicación para incrementar los derechos de los migrantes. La sensibilización a nivel de parroquia local, la animación a votar en favor de la justicia y la igualdad, la creación de centros de estudios y las publicaciones tienen la capacidad de transformar la narrativa sobre la migración. Es necesario informar adecuadamente a la opinión pública sobre la verdadera situación de los migrantes, no solo en el País de destino sino también en su País de origen.
5. Puesto que el fenómeno de la migración irregular es una de las causas de la explotación del trabajador migrante y de su familia, los fieles deben defender políticas de inmigración más justas e inclusivas por parte de los gobiernos, que ayudarán al migrante en su búsqueda de oportunidades de empleo y de mejores condiciones de vida, salvaguardando el papel de la familia y de la mujer y, al mismo tiempo, previniendo la explotación y/o el tráfico de trabajadores migrantes y otras formas de abuso.
6. La Iglesia es, a todos los niveles, una comunidad de esperanza y de acción que se expresa a través de la solidaridad con las personas migrantes, las actividades de promoción en su nombre (especialmente de los niños y de los menores no acompañados), la sensibilización de los fieles que lleva a un compromiso práctico, los esfuerzos destinados a afrontar las principales causas de la migración forzada y a través de la asistencia en la provisión de alimentos, de alojamiento, de atención médica y de asistencia jurídica a los migrantes, sin importar su estatus.
7. La Iglesia en el País de origen, la Iglesia en el País de tránsito y la Iglesia en el País de destino deberán mejorar la comunicación y la comunión, y trabajar juntas para crear programas de prevención, organizados por sus respectivas Conferencias Episcopales.
8. La colaboración entre la Iglesia de origen y la Iglesia de acogida debe intensificarse, sobre todo con respecto a las dos primeras generaciones de migrantes. A través de la formación de agentes de pastoral y agentes sociales capaces de tender puentes entre las dos realidades, esta colaboración requiere un diálogo entre las dos culturas y tiene en cuenta los problemas específicos de cada generación.
9. Todos los agentes de pastoral que asisten a los migrantes deben garantizar que se escuche la voz de los migrantes, hecho que a su vez facilita las actividades de defensa en su nombre. La Iglesia tiene que asegurarse de que se reconozcan y se aprecien sus historias.
10. Los programas pastorales diocesanos y las iniciativas relativas a los jóvenes migrantes deberían centrarse en su formación integral, que incluya la formación para convertirse en colaboradores activos entre su cultura de origen y la del País en el que residen actualmente. Para un mayor entendimiento mutuo, es necesario hacer hincapié en el respeto de la cultura ajena.
11. Los programas pastorales diocesanos pueden considerar la posibilidad de colaborar con las escuelas locales de formación profesional, para poner en marcha programas de certificación que pudieran reconocer y dar la acreditación necesaria a jóvenes migrantes, por lo que la aportación de sus habilidades y talentos pueda, a su vez, ser una oportunidad para contribuir al desarrollo de su País de origen, en el caso de que regresen a él.
12. Los programas de formación para sacerdotes, religiosos y agentes de pastoral deben tener en cuenta las dimensiones teológicas y pastorales de la migración. La formación del clero y de los laicos exige, por tanto, una formación intercultural, conocimientos, una formación para el diálogo y la valorización del potencial de los migrantes, que incluya su papel en la Nueva Evangelización. A nivel local, esto se expresa a través de la necesidad de formar a los mediadores culturales, que sepan hablar el idioma y entiendan la cultura de los migrantes y la expresión de fe que traen consigo.
13. Es necesario fortalecer e intensificar la presencia y el papel de los Movimientos y de las Asociaciones eclesiales laicas, cuyas estructuras tienen la ventaja de operar en un contexto diferente (y a veces más flexible) con respecto a las estructuras eclesiales formales para la pastoral de migrantes.
14. Cada Conferencia Episcopal o correspondiente estructura eclesial jerárquica de las Iglesias Orientales se compromete a establecer un determinado órgano (oficina, comisión, subcomisión) específicamente comprometido con la pastoral de migrantes. Este podría ser un paso hacia la construcción de una mejor red entre las Iglesias. El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, a su vez, podría ser el punto de referencia común o el punto de coordinación de esta pastoral específica.
Tomado de Radio Vaticana