Domingo XVI TO A

19 Jul, 2020 | Tiempo Ordinario

Una vez más Jesús intenta que comprendamos como es el Reino de su Padre Dios.
En él la paciencia no está reñida con los frutos. En él aparece el mal ¿por generación espontánea? No.
Se presenta con apariencia de bien pero sus frutos son siempre diferentes.
La envidia, el egoísmo, acarrean siempre maldad. A pesar de ello, Dios no está dispuesto a acelerar nada (eso si que nos cuesta entender de Dios) sino que pide paciencia para actuar sin dañar.

Querer vivir el Reino de Dios, si llevará a una elección que se hace aquí, en nuestra existencia. Una elección por el bien, por la justicia, por la verdad, por el amor…que también ha de saber esperar, confiar, para que sea una elección acertada.

El ejemplo lo tenemos en la vida de Jesús, el elije y espera en la voluntad del Padre
Que nosotros sepamos elegir y esperar se haga la Voluntad del Padre y no tanto la nuestra, que muchas veces nos parece la más lógica pero sin pensar en sus consecuencias.

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«Si yo viera la cizaña,
al punto la quitaría;
tuya es la sabiduría
y el amor que nunca engaña»
Himno de Rufino Mª Grández

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No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el tri­go. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:

‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.
(Mt 13)

….
Mientras vamos viviendo de manera distraída sin captar nada especial, algo misterioso está sucediendo en el interior de la vida.

Con esa fe vivía Jesús: no podemos experimentar nada extraordinario, pero Dios está trabajando el mundo. Su fuerza es irresistible. Se necesita tiempo para ver el resultado final. Se necesita, sobre todo, fe y paciencia para mirar la vida hasta el fondo e intuir la acción secreta de Dios.

Tal vez la parábola que más les sorprendió fue la de la semilla de mostaza. Es la más pequeña de todas, como la cabeza de un alfiler, pero con el tiempo se convierte en un hermoso arbusto. Por abril, todos pueden ver bandadas de jilgueros cobijándose en sus ramas. Así es el «reino de Dios».
…..
No hablaban así los profetas. Ezequiel lo comparaba con un «cedro magnífico», plantado en una «montaña elevada y excelsa», que echaría un ramaje frondoso y serviría de cobijo a todos los pájaros y aves del cielo. Para Jesús, la verdadera metáfora de Dios no es el «cedro», que hace pensar en algo grandioso y poderoso, sino la «mostaza», que sugiere lo pequeño e insignificante.
Para seguir a Jesús no hay que soñar en cosas grandes.
.. El ideal no es el cedro encumbrado sobre una montaña alta, sino el arbusto de mostaza que crece junto a los caminos y acoge por abril a los jilgueros.

Dios no está en el éxito, el poder o la superioridad. Para descubrir su presencia salvadora, hemos de estar atentos a lo pequeño, lo ordinario y cotidiano. La vida no es solo lo que se ve. Es mucho más. Así pensaba Jesús.
(J.A. Pagola)

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