Todos los años la Iglesia celebra esta bellísima fiesta del Dulce Nombre de Jesús. Entre todos los Himnos que rezan los Sacerdotes, los más bonitos, más poéticos, devotos y tiernos son los que se rezan al Dulce Nombre de Jesús y dice, deben de ser de San Bernardo que es el que ha escrito maravillas sobre esto. En todas estas cosas compara san Bernardo el Dulce Nombre de Jesús al aceite, porque dice: Tu nombre es como el óleo derramado y hace la aplicación que tiene el aceite, diciendo que alumbra, condimenta y es medicina y así las aplicaciones al Dulce Nombre de Jesús.
Es luz porque el aceite alumbra y en muchas regiones si ha llegado la luz del Evangelio y de la fe ha sido por el Nombre de Jesús.
Al hacer la aplicación del condimento del aceite dice San Bernardo que si en un párrafo largo de un escrito no está el nombre de Jesús no le sabe y lo encuentra insípido; por eso es condimento, lo mismo de los escritos que de las cosas que decimos, y también lo es del sabor que tiene nuestra oración. Tenemos un ejemplo en San Pablo, que pronuncia el nombre de Jesús muchas veces. Debió de ser desde aquella vez que perseguía al Señor y oyó una voz que decía: Saulo, Saulo, ¿a quién persigues? Y al oír hablar le pregunta ¿quién eres tú? Y contesta, soy Jesús a quien tú persigues; y por tal motivo se le debió quedar muy dentro el nombre de Jesús.
Después es medicina y dice también San Bernardo. ¡Cuántas almas han querido pronunciar el nombre de Jesús! Porque es medicina para los enfermos, para los alejados, para todos; y en las vicisitudes que tiene el alma el nombre de Jesús da la paz, la confianza, el consuelo, y además es medicina y remedio en todos los apuros….
Si las veces que decimos el nombre de Jesús lo pronunciáramos con piedad, devoción, sentimiento y con idea de lo que es el nombre de Jesús, que es el de nuestro Salvador, le agradaríamos mucho más, porque muchas veces no pensamos en lo que decimos. Esto es para recordar que al decir el nombre de Jesús nos demos más cuenta, y que no sólo lo digamos en un apuro sino siempre y tal como lo diremos, si Dios nos da la gracia, a la hora de la muerte.
Esto nos puede servir como una resolución de la fiesta de hoy, para que siempre que pronunciemos el nombre de Jesús, tanto en nuestras oraciones como tribulaciones …, lo digamos con el máximo respeto y dándonos cuenta de lo que es.
Antonio Amundarain
Enero 1953