2 de febrero. Fiesta de la Purificación. Aniversario de la fundación de nuestro Instituto

2 Feb, 2018 | Escritos de D. Antonio Amundarain

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¡ONCE AÑOS!

Fiesta de la Purificación

EL SECRETO DE MARÍA

 

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La Ley dada por Moisés mandaba que toda madre que diera al mundo un hijo varón, a los cuarenta días debía presentarse en el Templo a purificarse.

Purísima era María, no tenía ni culpa ni mancha ninguna, ni siquiera legal, por la que debiera presentarse en el Templo a pedir la purificación mandada por la Ley.

Ella, no obstante, el día 2 de febrero, a los cuarenta del nacimiento de Jesús, con su Niño en los brazos y acompañada de José, vino al Templo y presentóse al sacerdote, regularmente en el atrio llamado de las mujeres, confundida y mezclada entre las otras madres que subían las gradas con el mismo fin.

¡Qué sencillez! ¡qué pequeñez! ¡qué humi1dad! ¡qué ocu1tamiento! Y ¡cómo esta sencillez, y esta pequeñez, y esta humildad, y este ocultamiento, nos encantan y nos atraen!

A simple vista y en el concepto de todos los allí presentes, María era una pobrecita mujer, joven madre que se sometía, como las demás, a la humillante Ley y ceremonia de la purificación…

¡Ella… Madre de Dios! ¡Ella… Virgen purísima e Inmaculada! ¡Ella… saludada por el ángel: llena de gracia… bendita entre todas las mujeres! ¡El1a… Reina de los cielos y de la tierra, de los ángeles y de los hombres! ¡Ella… ahí, sometida a una ley, ocupando tal vez el último lugar entre las mujeres allí presentes, en las gradas del atrio…! ¡Cómo se esconde el blanco lirio de Nazaret!
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Y ¡aque Niño, que va en sus brazos, pequeñito y pobrecito, de cuarenta días, envuelto y escondido entre pobres pañales, que llora, que ríe, que mama y que duerme al calor del regazo virginal! ¿Quién es? Es su hijo, su primogénito, que aun justamente da señales de vida… nada más. Así creen todos.

¡Oh, mi Dios anonadado! ¡Cómo te has ocultado! ¡A qué extremo has descendido!

Y este es el día, y eres Tú, Niño hermoso, aquel Mesías que anunció el profeta Ageo, cuando dijo: «Vendrá el Deseado de las gentes y llenará la gloria este templo… Mayor será la gloria de este templo, escondido en el regazo de una doncellita virgen. ¡Quién lo creyera!

He ahí un doble secreto, hijas amadas, la humildad ha disfrazado prodigiosamente a María y a Jesús. ¡Qué 1ección! ¡Qué ejemplo! Aprendedlo bien, que éste es ni más ni menos.

Ella, (la aliada) en primer lugar, a imitación de María, es un corazón totalmente consagrado a Dios.

María lleva en sus brazos recostado a un bellísimo Niño. El es el gran secreto de los siglos. El Dios, que un día ha de venir sobre las nubes del cielo, Señor y Juez de vivos y de muertos; está dormido, ríe, llora, mama en el regazo de María. ¿Quién lo sospecha?

La aliada, esa aliada humilde y sencilla, que trabaja y que pisa recogida los mismos adoquines que pisa arrogante la joven disoluta, lleva también recostado en su virginal corazón a ese Dios, Niño por amor. Porque en todo corazón sellado por la pureza y que amorosamente le abre sus puertas, pone Jesús su dulce morada.

Bien podemos decir de ella lo que la Santa Iglesia canta de la Inmaculada Virgen María: «Admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra, porque en la Virgen María preparaste digna morada a tu Hijo». «Santa e inmaculada virginidad, -sigue cantando la Iglesia- no sé con qué alabanzas ensalzarte, que a Quien los cielos no pueden dar cabida, en tu seno le llevaste”.

Y parecida es la expresión con que Santa Águeda en una visión saludaba a Santa Lucía: «Virgen Lucía, en tu virginidad has sabido preparar riquísima mansión al Señor».

Sea éste, aliadas amadas, nuestro propio y sublime ideal… ¡Maria en el Templo disfrazada…! El secreto de su singular vida de virgen pura y el secreto de Jesús viviendo en el sagrario de su corazón.

No en vano Dios ha querido unir a esta Fiesta, el principio y origen de la Alianza en Jesús por María.

A. Amundarain (L, 1936, II, 17-22)

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