Misión compartida. Hablan los laicos: “Hay que atreverse con proyectos transformadores”
Publicado en VIDA NUEVA el 13.03.2015
El equipo de coordinación de Juntos somos más ultima los detalles de la jornada
Vida Nueva ha planteado a los laicos que forman parte del equipo coordinador de Juntos somos más algunas cuestiones que abordan el diagnóstico real de la misión compartida. Cinco de ellos han respondido desde su experiencia al camino que queda por construir.
Juan García Callejas.
54 años. Educador. Comparte misión con La Salle
PREGUNTA 1: ¿Cuál es la actitud de los religiosos ante el desafío de compartir misión?
RESPUESTA.- La actitud, a nivel institucional, es de apertura y apoyo desde hace ya varias décadas. En los últimos capítulos generales, el posicionamiento y los mensajes han sido claros y concretos para encarnar esta actitud de apertura. A nivel local, la red de obras no es uniforme: hay religiosos que comprenden la misión compartida y la apoyan sin condiciones, y hay un grupo más receloso, por falta de formación y de cambio personal. Pero la mayoría de los religiosos lasalianos del distrito ARLEP (España y Portugal) están integrados en esta nueva dinámica de la Iglesia y de la institución.
PREGUNTA 2: ¿Estamos los laicos preparados para la corresponsabilidad que implica o, como denuncia el papa Francisco, nos sentimos más cómodos en una “Iglesia-canguro”?
R.- La experiencia de preocupación por la inversión en la formación institucional de los laicos es larga y está consolidada en La Salle desde hace ya décadas. Se viene formando sistemáticamente, a nivel local, nacional e institucional, en las dimensiones espiritual y pedagógica, específicas del carisma. Muchos son los laicos que llevan asumiendo servicios de gestión y animación directiva, pastoral y pedagógica en la red de obras lasaliana, desde un profundo sentido de pertenencia y de corresponsabilidad con el Proyecto de Misión que se comparte.
PREGUNTA 3: ¿Hacia dónde debe caminar la misión para que sea realmente compartida?
R.- Hacia una profundización mayor en su valor y significado, desde el principio de que “no hay misión compartida sin vida compartida”: hay que seguir avanzando, bajo la inspiración del Espíritu, hacia formas nuevas que posibiliten respuestas nuevas a las necesidades actuales que nacen en la sociedad y en la Iglesia. Un horizonte definido ya es la creación de formas nuevas y diversas de comunidades lasalianas intencionales: mixtas (hermanos y laicos), de asociados y colaboradores, de jóvenes, etc., girando siempre en torno al núcleo fundamental de la misión.
Estrella Bris.
40 años. Maestra. Comparte misión con La Salle
PREGUNTA 1: ¿Cuál es la actitud de los religiosos ante el desafío de compartir misión?
RESPUESTA.- Tengo la gran suerte de pertenecer a una “familia” en la que ya desde hace unos años se tiene claro que el camino a seguir para la continuidad de nuestro carisma propio tiene que ser la misión compartida. Si bien es cierto que todavía hay reticencias por parte de algunos religiosos, la gran mayoría de ellos lo tienen claro.
PREGUNTA 2: ¿Estamos los laicos preparados para la corresponsabilidad que implica o, como denuncia el papa Francisco, nos sentimos más cómodos en una “Iglesia-canguro”?
R.- Muchos son los laicos que necesitan del respaldo de los religiosos para seguir poniendo ganas a nuestra misión. Pero somos otros, cada vez más, los que sentimos esto como verdaderamente nuestro y tenemos ganas de continuar con nuestro carisma como miembros activos de la comunidad educativa a la que pertenecemos, sin necesidad de la presencia diaria de religiosos que, si bien es alentadora y reconfortante, no deja de ser “prescindible” para llevar a cabo diariamente la misión que se nos encomienda.
PREGUNTA 3: ¿Hacia dónde debe caminar la misión para que sea realmente compartida?
R.- Tenemos que entender que, en una misión compartida, todos y cada uno de nosotros somos igual de importantes, aunque tengamos diferentes funciones, cargos y misiones. Como bien se nos dice en Rom 12, 3-5: “Siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo”. Este tiene que ser nuestro reto.
Javier Palop Sancho.
50 años. Directivo de Estrategias y Personas. Comparte misión con la Familia Marianista
PREGUNTA 1: ¿Cuál es la actitud de los religiosos ante el desafío de compartir misión?
RESPUESTA.- En los religiosos que tengo más cerca percibo un cambio significativo hacia la colaboración estrecha y la corresponsabilidad. Depende mucho de las posiciones que tengan, pero los religiosos que directamente están en las obras cuentan con los laicos más vinculados, animan, delegan e impulsan un camino que va dando frutos. Desde los órganos de gobierno, están trabajando con mirada más a largo plazo, y creo que el futuro es muy esperanzador para la misión compartida “en familia”. Pero las dificultades existen y el mejor método para mí es el de compartir retos, miedos y propuestas. Siempre desde una fidelidad al carisma y, sobre todo, al Evangelio de Jesús.
PREGUNTA 2: ¿Estamos los laicos preparados para la corresponsabilidad que implica o, como denuncia el papa Francisco, nos sentimos más cómodos en una “Iglesia-canguro”?
R.- Los laicos tenemos que ser, lo primero, “laicos competentes” para poder ofrecer el mejor servicio. Ya hay muchos laicos muy preparados en los roles profesionales, y por eso los religiosos van confiando mucho más en nosotros. Pero hemos de seguir dando muestras de merecer confianza. Estamos en la etapa de asumir con responsabilidad y compromiso nuestro aporte a la Iglesia. Como todas las generalizaciones, decir que “todos los laicos estamos preparados” no es cierto. No todos valemos para todo. Se precisa ajustar las capacidades y dones recibidos con las necesidades y tareas a realizar. Cada cual en lo que mejor pueda y con el fin de dar un buen servicio al Evangelio, poniendo por delante de los intereses personales el interés de un proyecto común.
PREGUNTA 3: ¿Hacia dónde debe caminar la misión para que sea realmente compartida?
R.- Es importante la fidelidad a la misión, pero es necesario compartir también la visión que determina medios y formas de encarnar la misión. Las obras no son mediaciones neutras que ayudan a la misión, sino que, en sí mismas, expresan lo que queremos vivir: en el modo de organización, de relación, de planificación, de interpretar los objetivos y los resultados… El reto es construir organizaciones diferentes basadas en personas, en sus valores y en los de la propia obra. Otro reto es discernir juntos los desafíos y dar respuestas nuevas. Hemos de atrevernos juntos a construir nuevos escenarios, nuevos proyectos transformadores: nuevos modelos de empresas, de escuelas, de hospitales, de proyectos para el desarrollo.
María Dolores López Guzmán.
49 años. Profesora de Teología. Comparte misión con la Compañía de Jesús
PREGUNTA 1: ¿Cuál es la actitud de los religiosos ante el desafío de compartir misión?
RESPUESTA.- En general, percibo una actitud positiva que va a más, con deseos de compartir camino y de escuchar la perspectiva de los laicos, aunque evidentemente hay resistencias. En el “mano a mano” de la cotidianidad, todavía es necesario cultivar más la confianza; creer que, de verdad, para un laico también Dios puede ser lo primero y el primero, a quien se desea servir por encima de cualquier interés particular, y para quien el carisma recibido a través de una congregación o familia religiosa (que procede en última instancia del Señor), configura y concreta el seguimiento a Jesucristo.
PREGUNTA 2: ¿Estamos los laicos preparados para la corresponsabilidad que implica o, como denuncia el papa Francisco, nos sentimos más cómodos en una “Iglesia-canguro”?
R.- Creo que las dos cosas son ciertas. Nunca como hasta ahora el laico había estado tan formado ni con tanta conciencia colectiva para asumir una responsabilidad activa y adulta en la tarea de la evangelización. Pero a veces nos estancamos en dinámicas de ciclos formativos continuos en los que no se propicia la asunción de responsabilidades. La formación (no solo académica, sino de “probación”) es para amar, servir… y liberar a otros para que puedan a su vez delegar mejor tareas y funciones, y así salir a otros lugares de mayor necesidad. Quizás por ello es menos problemática la misión compartida en el ámbito pastoral (rezar juntos, formarnos juntos, cantar juntos…) que en el profesional y de gobierno de obras e instituciones.
PREGUNTA 3: ¿Hacia dónde debe caminar la misión para que sea realmente compartida?
R.- El desafío está en cómo concretar las buenas intenciones de colaboración mutua, teniendo en cuenta el corazón de la vocación de cada uno (laicos y religiosos). Una concreción realista que supone crear espacios para afrontar temas delicados (el económico, el estilo de vida, el conocimiento de las constituciones y modos de proceder de las congregaciones que afectan a las labores de todos) con prudencia, pero con decisión. Tres palabras concentran el meollo de lo que habría que trabajar con seriedad y desde un espíritu evangélico: conocimiento, respeto y confianza.
Marcos Vidart.
39 años. Profesor de ESO-Bachillerato. Comparte misión con los marianistas
PREGUNTA 1: ¿Cuál es la actitud de los religiosos ante el desafío de compartir misión?
RESPUESTA.- La actitud de los religiosos está cambiando, aunque a un ritmo demasiado lento, donde conviven en equilibrios complejos la convicción, la necesidad y, algunas veces, algo de miedo.
PREGUNTA 2: ¿Estamos los laicos preparados para la corresponsabilidad que implica o, como denuncia el papa Francisco, nos sentimos más cómodos en una “Iglesia-canguro”?
R.- Los laicos también estamos en un proceso de cambio. Y nos encontramos con personas o grupos más visionarios, que lideran ese movimiento hacia la corresponsabilidad y que tienen totalmente interiorizada la idea de una verdadera misión compartida. Pero también nos encontramos con laicos que se ven bien asumiendo el papel más tradicional de un laicado con poca identidad y protagonismo, a expensas de las actuaciones de los religiosos.
PREGUNTA 3: ¿Hacia dónde debe caminar la misión para que sea realmente compartida?
R.- La misión compartida será una realidad cuando los cristianos asumamos los retos que la Iglesia y la sociedad nos proponen, trabajando juntos en el proyecto común del Reino, aportando cada uno en función de las capacidades y dones recibidos del Espíritu, desde su realidad vital y desde la vocación (que no por la vocación) a la que ha sido llamado por el Padre.
En el nº 2.933 de Vida Nueva
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