INQUIETUD…
Susanna Tamaro . María G. Barral
Inquietud… ese no se qué que llegado un momento empujó a Juan Bautista y a Jesús al desierto; eso que a veces nos palpita por dentro y no nos deja tranquilos, que no se puede callar viendo la tele, ni yendo de cañas, ni durmiendo muy profundamente… La inquietud nos hace movernos, nos lleva a la búsqueda, al cambio, muchas veces a la disconformidad.
Es imposible expulsarla de nosotros, quizá porque está ahí desde siempre, como recuerdo – a veces sosegado y otras incómodo – de que estamos llamados a algo más, y que vivir no es sólo pasar…
Cuaresma es una invitación a ahondar en esta inquietud y dejarnos traspasar por ella. No se trata de limosnas ni de sacrificios, sino de eliminar todo lo que nos sobra y nos estorba para movernos y buscar con libertad esa voz que está ahí desde el primero de nuestros días y que nos hace ser más de lo que creemos: la huella que Dios, como regalo, dejó en cada uno de nosotros.
“¿Recuerdas cuando hablamos de la inquietud? Además de ser un tormento es un gran don, comparable al mantillo de la tierra. Cuanto más abunda, los cultivos serán más vigorosos. Pero a nuestra sociedad no le gusta, la considera un incordio, la trata con desdén. Los sociólogos la mandan a los psicólogos, los psicólogos a los políticos, los políticos a las familias, las familias al colegio. Como en las maletas de antaño, cada especialista, al verla pasar, le pega encima una etiqueta. ¡Es esto! ¡No, es aquello! ¡Tome estas gotas! ¡Tómese estas pastillas! ¡Que la encierren! ¡Que la detengan! ¡Que la psicoanalicen!
¿Y si en cambio empezáramos a pensar que la inquietud es la huella que ha dejado en nuestro corazón la nostalgia de la Gracia?”
Susanna Tamaro (acompasados.org)