Juzgar, ver claro al mirar al otro, ayudarle a cambiar, ‘sacar la paja del ojo’ del otro, la viga del nuestro…
La conversión y el cambio comienzan por uno mismo, ser prudentes y justos con el otro, amar antes de condenar o juzgar con dureza. Comencemos por nosotros antes de querer que sean los otros los que cambien. Conocernos, acercarnos al Evangelio y aprender a amar más a los otros es parte importante de nuestro seguimiento. Una gran prevención nos propone Jesús: cuidado con el juicio, mucha veces in misericorde, al otro. Dios usa con nosotros la medida del amor y el perdón, esa es la medida que también Él nos pide a nosotros en la relación con el hermano.