El ego siempre dice “no” y nuestra tarea es susurrar el Sí.
Nuestro ego se resiste,está lleno de negatividad, siempre dice `no soy capaz’, `no llego`, `no doy la talla`, me encierro y me aislo.
Sin embargo el Sí mismo, dice sí a la vida, sí a la esperanza, sí a expresar lo que está dentro de Él.
El ego se calla por miedo, por miedo al ridículo y a ser rechazado.
El sí es valiente y consciente de su propio valor –aunque no siempre con toda la claridad del mundo-, y se lanza hacia delante como consecuencia natural de la aceptación.
La transfiguración –evangelio de hoy-, no es magia y no se realiza en el cielo, es el fruto maduro de todo un proceso y tiene lugar en lo cotidiano.
El ego grita el “no”, se defiende.
El Ser, apenas imperceptible, dice sí, desde el silencio eterno.
El ego atolondrado habla desde el ruido y la ansiedad.
El Ser escucha las tripas y los sueños.
El Sí mismo nos atrae hacia la plenitud. Es “eso” que Angela de Foligno expresa como lo que nos atrae hacia Dios, pero no puede ser nombrado, ni pensado, ni siquiera es dulzura o amor, ni bien.