Llevan ante Jesús un paralítico. No sabemos su fe pero si la de los que le llevaban: ‘admirable’. Nuestra fe, la que nos sustenta, la que da sentido, la que nos llena… puede ser la que anime, la que llene, la que acompañe a aquellos que no la tienen, que están ‘tullidos’, que no pueden, que se han cansado. Gran responsabilidad la de los que tenemos fe: mostrarla con nuestras obras, con nuestro estar, con nuestro hacer.

Conducir a los otros ante Jesús no es fácil en el mundo de hoy, solo una fe firme en Él puede mover tejados y cimientos para acercarnos a Él. El final es una acción de gracias, el paralítico ‘se marchó a su casa dando gloria a Dios’. No olvidemos nunca hacerlo, Él mantiene viva nuestra fe.