Una reflexión sobre la actitud de los cristianos ante la crisis
Departamento de Doctrina Social de la Iglesia del Arzobispado de Mérida-Badajoz | La Archidiócesis de Mérida-Badajoz ha entregado a todas sus parroquias un documento de reflexión en respuesta a la crisis que venimos padeciendo. El texto incluye un “decálogo solidario” en el que, para hacer frente a estos tiempos difíciles, se invita a todos los creyentes y a los ciudadanos de buena voluntad a practicar una “austeridad responsable” en su estilo de vida.
“El programa del cristiano
–el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús–
es un ‘corazón que ve’.
Este corazón ve dónde se necesita amor y actua en consecuencia”.
Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 31, b).
Cada día podemos comprobar cómo aumenta la cantidad de nuevos pobres, resultado de la crisis financiera y económica que nos afecta a todos. Los datos de Cáritas nos indican que en nuestra sociedad hay muchos miles de mujeres y hombres, viejos y jóvenes, niños y adolescentes, que sufren.
Hay amplios sectores que viven sumergidos en estos sufrimientos desde hace muchos años, o desde toda su vida, pero otros muchos nunca imaginaron que les podía llegar esta situación. Y les vemos llegar a nuestras parroquias con dolor, con “vergüenza”, con miedo. Detrás de cada dato o estadística, nosotros vemos rostros concretos, personas sufriendo en el cuerpo o en el espíritu.
Ante aquello que estamos viendo, queremos actuar en consecuencia. Nuestro propósito, al ofrecer este breve documento, es suscitar la reflexión acerca de lo que está ocurriendo, leerlo desde el Evangelio y, desde ahí, motivar el deseo y la realización de una “austeridad responsable y solidaria”, que actualiza la capacidad que tiene el ser humano de “com-padecerse”, y que se orienta hacia una cultura de la fraternidad en la que toda persona es reconocida y tratada como hermana.
La caridad de Cristo nos apremia (2 Cor 5, 14). La Iglesia, desde su magisterio social, como signo de justicia y de fraternidad, nos urge a concretar la solidaridad en estos momentos: la “preocupación acuciante por los pobres debe traducirse, a todos los niveles, en acciones concretas” (Sollicitudo Rei Socialis, n. 43).
Para ello, es necesario fijar la mirada en el otro y hacerse cargo. Dios nos pide que seamos “guardianes de nuestros hermanos” (Cf. Benedicto XVI, Mensaje cuaresmal 2012). “Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje se hará creíble por el testimonio de las obras antes que por su coherencia y lógica interna” (Centesimus Annus, n. 57).
Hoy más que nunca son necesarios los ciudadanos cristianos, los guardianes y vigías, que “vean, comprendan y actúen”.
“Por eso es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones” (Centesimus Annus, n. 36).
Una austeridad responsable y solidaria
Invitamos a todos los creyentes y a los ciudadanos de buena voluntad, a lo que podríamos llamar “austeridad responsable y solidaria”. “Austeridad responsable” como camino de fraternidad y solidaridad. La austeridad sin la solidaridad cae en la avaricia, y la solidaridad sin el compartir es una mentira.
Hablamos de “austeridad responsable y solidaria”, entendiéndola como un estilo de vida caracterizado por la moderación y la sencillez, por el consumo responsable, que nos lleve a discernir y recortar las necesidades artificiales que nos hemos ido creando en la vida cotidiana, para poder compartir generosamente con los hermanos.
La “austeridad responsable” no es un fin en sí misma; pretende ejercitar la justicia y la caridad porque, como decía san Basilio, “el pan que tú retienes es el del hambriento. Los vestidos que guardas en tus arcas son del desnudo. El calzado que se pudre en tu casa es del que va descalzo. En resumen: estás ofendiendo a todos cuantos puedes socorrer”.
Hoy más que nunca son necesarios los ciudadanos cristianos, los guardianes y vigías, que “vean, comprendan y actúen”, porque el “mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad, y en muchos casos también en la fe”