¿Será que Dios me llama…? Muchos pueden pensar en esto. Llega un momento concreto en el que empieza a darnos vueltas en la cabeza la idea de que Dios quiere un poquito más de nosotros. En primer lugar, cuando surja esta duda hay que considerar que la pregunta correcta no sería si nos llama o no… porque, ¡claro que nos llama!
Antes del inicio de nuestra existencia Dios nos pensó y nos amó, y al pensarnos, amarnos y crearnos nos hizo con un propósito determinado. Dios no nos crea inútiles o vacíos, sino que a todos les entrega una vocación determinada. De hecho, más de una (a la vida, a la fe, a una determinada profesión, a un carisma o una espiritualidad determinada, etc.) Además de esto, unos reciben la vocación a la vida religiosa, unos al matrimonio, otros al sacerdocio, otros a entregar su vida en celibato. Esta vocación nos la va revelando paso a paso, quizás para que no nos asustemos al ver de golpe que Él espera cosas grandes de cada uno. Nadie queda excluido, solo espera de nosotros nada más y nada menos que esto: la santidad.
Para eso, primero nos llama a la vida, después nos da la vocación cristiana, una fe maravillosa que nos encaminará a hacernos preguntas más profundas, como la inicial: ¿qué más me pide Dios?