Pensamientos de D. Antonio Amundarain sobre la Asamblea General

1 Ago, 2012 | Escritos de D. Antonio Amundarain

PENSAMIENTOS DEL PADRE FUNDADOR SOBRE LA ASAMBLEA GENERAL.

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La Asamblea General es uno de los actos más transcendentes de la Alianza:

“Nosotros hemos creído y creemos hoy en la Alianza, en sus caminos, en sus destinos y en la providencia de Dios sobre ella; este fundamento nos parece poco menos que inconmovible, y sobre él cabalmente pusimos nuestro corazón y nuestra voluntad al lanzarnos a sus campos…

Las Asambleas tienen sus grandes ventajas y frutos, si se celebran con la diligencia y espíritu que en ellas se exigen. Más, también, tienen sus peligros, si en ellas se obra con ligereza y poca diligencia. Una Asamblea General es lo más trascendental de la Obra; e interesa mirarla así y cooperar a su más perfecta celebración. A eso vamos…

No sólo los representantes de los Consejos Diocesanos que, con voz y voto, han de acudir a esta Asamblea, sino toda la Alianza, todas las hermanitas de ella, se hacen responsables, en cierto sentido, del resultado, fruto y éxito de esta reunión general, ya que todos… pueden cooperar eficazmente a la realización y cumplimiento de los designios que Dios nuestro Señor tiene hoy sobre la Obra, y que depende en gran parte de la disposición interna y actitud concienzuda y elevada de los reglamentariamente llamados a este acto… De toda la Alianza nadie será espectador y a nadie serán indiferentes estos actos…» (L46, VII, 154s).

La Asamblea General es responsabilidad, no sólo de las que participan directamente en ella sino de todos los miembros del Instituto:

«Si así obramos, mirando tan sólo al bien de la Obra y a la gloria de Dios en ella, nos quedará la satisfacción de haber cumplido un deber sagrado, en acto tan interesante y trascendental, con la tranquilidad y confianza de que Dios ha realizado sus amorosos designios sobre nosotros todos, sobre la Obra, sobre aquellas hermanitas que en este nuevo trienio han de guiar a la Alianza por los caminos trazados por su divina providencia y sobre todos los demás que en ella han de ejercer su influencia y su poder» (L46, VII, 156).

“Esta labor pide la colaboración y ayuda de todos los miembros de la Alianza…” (CF 53, n 3, p. 2).

«Este importante acto tiene que celebrarse bajo la asistencia e influjo especiales del Espíritu Santo, de quien procede todo don perfecto… Los instrumentos no podemos trascender los límites de nuestra humilde condición. Dios es el agente principal y único; y, en sus designios y en su voluntad, están todos los destinos del hombre. La oración nos vacía de todo lo humano y nos acerca a Dios… Esta labor pide la colaboración y ayuda de todos los miembros de la Alianza; siendo la más poderosa, la más necesaria, la que está más al alcance de todos, la fervorosa oración en favor de las que Dios ha puesto en su lugar y que llevan la responsabilidad de sus prosperidades o de sus fracasos. Las obras de Dios dependen de Dios, totalmente de Dios. Dios las ha inspirado, Dios las ha ordenado y movido, Dios las guía y consolida. En manos de Dios está la Alianza y en sus manos estáis todas; a su solicitud paternal vivís encomendadas. Luego a Él debéis recurrir todas, por medio de la constante, fervorosa y confiada oración» (CF 53, n 3, 1s).

«En manos de Dios está la Alianza, en sus manos estamos los que la dirigimos y gobernamos, y en ella estáis también todas las que vivís hoy y las que queréis vivir mañana… Todos debemos recurrir a Él y buscar en su infinita bondad el éxito de esta nueva tarea que vamos a emprender, sin saber ni prometer nos nada de sus frutos, sino lo que el mismo Señor tenga dispuesto para bien de todos. Vivimos de la fe; lo humano y su prudencia nada nos garantiza; miramos desde arriba y miramos hacia lo alto y… confiamos.

Nosotros intentaremos despojarnos de las sandalias de lo terreno y haremos por acercarnos a la zarza ardiente, y allí Dios descubrirá nuevas páginas de luz para el pueblo de su Alianza…

He ahí… vuestra única tarea… las sandalias; despojarse de todo lo humano, lo personal, lo individual, lo de acá, el yo, el egoísmo. Desnudemos el espíritu de esas sandalias si queremos ver a Dios en la Obra; y luego hacia la zarza ardiente, hacia Dios, a su Espíritu (Luz y Fuego)…» (L43, VII, 89s).

Ante la convocatoria de la 1ª Asamblea General, en la que no hubo limitación para la asistencia, el Padre Fundador señala así la disposición que hay que tener:

«Sólo falta, que vengáis vosotras, todas, todas, todas, dispuestas, con hambre divina de oír, de pensar, de sentir y de amar, para después hacer amar» (L, 27, VII-VIII, 61).

Hay textos del Padre muy expresivos del valor de las Asambleas y del estilo que él quiere en la Alianza. En 1939 escribe:

«La Alianza… necesita anualmente un contacto real y eficaz con todos sus Centros. Ese abrazo fraternal, afectuoso y vital de las hermanitas de toda España entendemos como uno de los medios más poderosos de unión entre todas y de unidad en la Obra, no sólo en sus puntos esenciales, sino también en sus más insignificantes detalles, que dan perfecta fisonomía y realidad cabal y entera, a través del Reglamento vivido, sentido y entendido de igual modo por todas» (L39, VII, 97-98).

«No quiero discursos sonoros y rimbombantes, como los que se usan en muchas reuniones de carácter profano y que suelen despedir mucho humo y poco fuego… la virtud de la sencillez. He ahí el sello de nuestras Asambleas. Intimidades que broten del corazón, no conceptos pretenciosos y vacíos. Sinceridad, verdad, caridad en las discusiones si se ofrece lugar a ellas» (L39, VIII-IX, 123-124)

«En manos de Dios está la Alianza … Todos debemos recurrir a Él y buscar en su infinita bondad el éxito de esta nueva tarea que vamos a emprender, sin saber ni prometernos nada de sus frutos, sino lo que el mismo Señor tenga dispuesto para bien de todos. Vivimos de la fe; lo humano y su prudencia nada nos garantizan; miramos desde arriba y miramos hacia lo alto y… confiamos… Intentaremos despojarnos de las sandalias de lo terreno y haremos por acercarnos a la zarza ardiente y allí Dios descubrirá nuevas páginas de luz para el pueblo de su Alianza…” (L 43, VII, 89s)

ANTONIO AMUNDARAIN

L (Revista Lirios, publicación interna del Instituto)

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