Nacimiento de la Iglesia. Mosáico Capilla Palacios apostólicos del vaticano. Rupnik
“Ven Espíritu Santo, con toda la riqueza que derramas por donde pasas.
Ven Espíritu de sabiduría, y dame el gusto por las cosas santas y nobles.
Ven Espíritu de entendimiento, para que pueda comprender los misterios de tu Palabra.
Ven Espíritu de consejo, para que pueda orientar a mis hermanos.
Ven Espíritu de fortaleza, para que pueda enfrentarlo todo.
Ven Espíritu de ciencia, para que llegue a la profundidad de las cosas de este mundo.
Ven Espíritu de piedad, para que reconozca el valor sagrado de cada ser humano.
Ven Espíritu del santo temor, para que procure cuidadosamente no ofenderte jamás.
DONES DEL ESPÍRITU
FRUTOS DEL ESPÍRITU
vangelio de la Solemnidad de Pentecostés, en Lengua de Signos Española (Juan 20, 19-23).
Signado por el director del Departamento de Pastoral del Sordo de la Archidiócesis de Sevilla, el sacerdote Gumersindo Melo.
Produce la Archidiócesis de Sevilla.
PENTECOSTES
[
Pentecostes estilo nuevo
>https://rpj.es/pentecostes-estilo-nuevo-inaki-otano/]
PENTECOSTÉS
Se ha enmarcado en la Cruz todo el misterio
de aquel mayor Amor que nos liberta.
Todos los pueblos pueden ser hermanos,
entre el olivo y el maíz distantes,
haciéndose una sola Eucaristía.
Verde está la esperanza de la Tierra,
a pesar de las sombras de la muerte,
y son todas las manos
de todos los colores –
las manos de tu Hijo,
heridas de pobreza o de pecado,
pidiendo y ofreciendo el Evangelio.
Icono de la Iglesia misionera,
cuaja en tu Corazón la Llama Viva,
y urge tus pies descalzos la Palabra.
Te arropa la Promesa, luminosa
como un escudo fiel, pero te apremian
la Misión y el Martirio.
En medio de la Cruz y de la Gloria
tú sales siempre al paso
del Hijo y de los hijos,
andariega del Reino.
Tú eres siempre Madre, Madre.
Ahora de ese Cristo total que nace y crece
a través de la tensa historia humana.
Madre de la Palabra y su discípulo,
Maestra de la escucha y del servicio,
Cenáculo materno de la Iglesia:
¡No cejes nunca. Madre!
¡Impulsa la andadura de los doce,
de todos los setenta,
que estamos aturdidos,
quizás, por la embestida
del vendaval de Dios!
¡Ábrenos los oídos y los ojos,
sacúdenos el miedo y las inercias,
danos un corazón de carne y crisma,
revístenos de gozo y de osadía,
envíanos, al Viento que te lleva,
testigos de tu Hijo,
diáconos de Pascua, servidores,
hermanos ecuménicos del Mundo! (P. Casaldáliga CMF)
(Pentecostés claretiano. Roma ; P. Cerezo)
INVOCACIONES AL ESPIRITU SANTO
P.ÁNGEL DE BUENAFUENTE
ECOS DE LA PALABRA
Por Javier Castillo, sj
Una fiesta agrícola. El pueblo judío se reunía a los 50 días de la Pascua para celebrar la recolección de la cosecha y la ofrenda a Dios de las primicias de la tierra.
Era una fiesta marcada por el gozo y la acción de gracias y con un gran poder de convocatoria como lo relata Lucas en los Hechos de los Apóstoles. No obstante, en medio del bullicio y la algarabía de la fiesta, en un rincón un tanto aislado de la plaza, hay un grupo de hombres y mujeres encerrado y lleno de temor. Son el grupo de los seguidores de Jesús que temen
que les suceda lo mismo que a su Maestro, que las autoridades y el pueblo los persigan y los condenen a muerte.
De una fiesta agrícola a la fiesta de la Iglesia. Mientras en la plaza crece el bullicio, este grupo de hombres y mujeres encerrados y temerosos va a vivir una experiencia espiritual tan profunda que será, junto con la experiencia de la Cena, el hecho desencadenante para fundar la Iglesia, la comunidad de discípulos de Jesús que prolongará en el tiempo su vida, su enseñanza y su modo de proceder.
La venida del Espíritu Santo por medio de los símbolos del viento y del fuego y que Jesús les había anunciado en sus mensajes previos a la Ascensión, reaviva en ellos el ardor de la fe y el compromiso con la causa del Reino. Los temores suscitados por la ausencia del Maestro y por el ambiente hostil generado a partir del proceso que le condenó, quedan disipados por esta nueva fuerza interior que ellos interpretan como la verificación de las palabras de Jesús: conviene que yo me vaya…
Os enviaré otro defensor… Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo… No se puede sentir temor cuando se tiene a Jesús como compañero, amigo, guía y pastor. El Espíritu Santo es su Espíritu, es el Espíritu del Resucitado que habita la comunidad y la anima de forma permanente porque no tiene limitación alguna de espacio o de tiempo.
Y el Espíritu se siente. En los que unas horas antes estaban encerrados por miedo a los judíos los efectos de la irrupción del Espíritu son muchos. Os propongo estos dos que me parecen pertinentes para nuestro contexto actual:
Vencer el miedo y comunicar la fe. “Estamos acostumbrados a oponer a la fe la increencia, y seguramente nos resultará extraña la afirmación de que, en la Biblia, lo contrario a la fe es el miedo” (Dolores Aleixandre en “Dame a conocer tu nombre”). El Espíritu de Jesús nos libera de los miedos que nos encierran o que nos hacen creer que el mensaje que anunciamos no tiene ninguna relevancia o no ofrece ninguna alternativa para ayudar a
solucionar los grandes problemas que acucian a la humanidad. ¡No tengamos miedo a anunciar a Jesucristo y su proyecto de humanidad! Como los discípulos, anunciemos con nuestra palabra y nuestra vida, que Jesús llena de sentido nuestra existencia y que con Él podemos construir un mundo nuevo.
Si nos detenemos a pensar en los efectos negativos que generó la crisis económica, especialmente en los sectores más vulnerables de la
población; en el descrédito de los políticos, en los atentados contra la vida, en la globalización de la indiferencia, etc. llegaremos a la conclusión que a la base de todo esto hay una honda crisis de humanidad. Los cristianos no tenemos soluciones prefabricadas para un problema tan complejo pero, ciertamente, tenemos una Palabra que puede ayudar a salir de esta larga noche.
No callemos por miedo, salgamos, armemos lío como dice Francisco.
Vivir con esperanza. “No os dejéis robar la esperanza” ha dicho muchas veces el Papa Francisco. El Espíritu llenó a los discípulos de un horizonte de sentido ilusionante que no se podía derrumbar ante los primeros escollos. Nosotros hoy tenemos problemas, tenemos dificultades -incluso a nivel interno de la Iglesia pues hay sectores que se resisten a caminar por los senderos de la renovación- pero esto no nos puede encerrar de nuevo. Hoy como
ayer podemos y debemos dar razón de nuestra esperanza porque, como dice mi madre:
“Dios no se ha muerto, ni siquiera se sabe que esté enfermo”.
Feliz fiesta de Pentecostés, un hecho desencadenante.