Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?
Jesús le contesta:
No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
(Mt 18)
Perdonar es difícil, pero nunca imposible. El verdadero perdón nunca va separado del olvido. Perdonar es no recordar la ofensa, haciendo como si nunca hubiera existido. Así perdona Dios, devolviendo a la nada todo el mal que ponemos en sus manos.
Tu capacidad de perdón dice mucho de la calidad de tu vida cristiana. Si poco perdonas, poco amas. Si has recibido mucho perdón, eres muy amado. Si quieres ser perdonado, tu también has de querer perdonar. El perdón cristiano no sabe nada de rencores, de gratificaciones y compensaciones, de exigencias ni de derechos. No es solidaridad ni debe ser un mero protocolo de convivencia social y de buenas costumbres.
*Perdona, aunque tengas tú la razón, aunque tu perdón no sea conocido por el otro, aunque nadie te lo agradezca, aunque te lo malinterpreten, aunque te suponga la incomprensión, la crítica o la persecución, aunque te cueste lo indecible. Tu perdón es fuente de alegría y de libertad interior. Piensa que, antes que tu perdonases, fuiste también perdonado. Piensa que el mayor perdón lo recibiste tú, sin merecerlo ni pedirlo, en la Cruz, allí donde también recibes el mayor acto de amor. Así ha de ser también tu perdón: capaz de llegar siempre hasta el extremo de amor.*