El profeta Juan nos pide ‘dad el fruto que pide la conversión’ Un fruto de cambio, fresco, dulce, sabroso, nuevo, diferente, llamativo, que alimenta, profundo… Es el fruto de tirar lo viejo. El fruto de dejarse podar por Dios, regar por la Palabra, crecer a la sombra del Evangelio, de recoger la luz y el calor del que esperamos, del que puede llenarnos de la verdad que nos haga libres y nuevos. Es el fruto que se da gratuitamente, que se reparte entre los hombres y mujeres de este mundo. El fruto de la conversión es aquel que deja al descubierto aquello que somos para poder servir, ayudar, amar, entregarse a los otros… son frutos de invierno para calentar y acompañar, de primavera para alegrar, de verano para refrescar y dar sosiego, de otoño para dejar al descubierto la verdad.
Tiempos de solidaridad III
"La persona enferma siempre es mucho más que el protocolo" Papa Francisco...