«San Alberto Magno mostró que entre fe y ciencia no existe oposición. Un hombre de fe y de oración, como él, puede cultivar serenamente el estudio de las ciencias naturales y avanzar en el conocimiento del micro y del macrocosmos, descubriendo las leyes propias de la materia, porque todo esto concurre a alimentar la sed de Dios y el amor a Él».
(Benedicto XVI)