Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.»
Jesús le respondió:
«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
(Mt 16)
Cristo entrega al apóstol “las llaves del Reino” y le constituye piedra sobre la que fundamentar todo el edificio de la Iglesia. De esa piedra depende tu fe y en ella has de apoyar siempre tu comunión con la Iglesia, a pesar de los vientos de modas y opiniones que zarandean de acá para allá, con sus criterios demasiado políticos y mundanos, la barca de Pedro.
No dejes de creer en la promesa de Cristo: que las puertas del infierno no prevalecerán nunca contra la Iglesia, por más que parezca que, a fuerza de navegar contracorriente, la barca de Pedro se hunde.
«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.»
(Hch 3)