Semillas de apostolado

24 May, 2012 | Escritos de D. Antonio Amundarain

Apóstol

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Las circunstancias son especialmente acuciadoras. Basta ser simplemente cristiano y mirar el cuadro de la actualidad a través del prisma de la fe, para sentirse ardorosamente apóstol y sembrador de la doctrina de Cristo.

Llénate de Jesús. Rebose tu corazón de su amor. Por fuerza sentirás entonces como una necesidad de buscarle amigos y seguidores. Serás apóstol.

¡Cuántas personas han caído en las dulces redes de la gracia por medio de una mirada especial o de alguna palabra insinuante y suave de un apóstol de Jesús!

Una vez que el apóstol haya llegado a sentir y a penetrar en su espíritu una piedad muy grande y un amor entrañable a la sagrada pasión, brotará en su corazón, gran celo, y, como fruto inmediato, el deseo de que este gran misterio repercuta con fuerza en las almas.

El apóstol que no convierte en vida propia aquello que predica, a lo más dice y enseña; mas el que lo vive, lo asimila y hace sustancia propia, ése da doctrina, se da a sí y da a Dios en la doctrina y en sí.

¡Si cada apóstol fuera una muestra viviente de aquello que pregona o predica!…

Apostolado

Sé casa de Dios, templo de Dios, y Dios se dará a las personas que te rodean. He aquí la eficacia de nuestro gran apostolado.

Consigna: Vida de apostolado sin ruido, individual, suavemente insinuadora, cautivadora, que se infiltra con disimulo en el mundo de la profesión, oficio y empleo; apostolado a que nos lleva el cumplimiento del deber y que justifica nuestra presencia en todo lugar.

Un apostolado sin la tregua de un recogido descanso en la soledad de la oración tiene dos grandes peligros: el desgaste prematuro de las fuerzas y de la salud, porque el cuerpo no es una máquina, y la probable esterilidad de la labor material de un apostolado que carece del indispensable elemento vital de recurso a Dios y de unión con Él por la oración.

Para las grandes empresas de apostolado es preciso que las personas celosas, llamadas por Dios, pasen primero por la fragua de la oración y de la penitencia

Nuestro apostolado no ha de aflojar porque no tenga el éxito apetecido. Débese echar la red por segunda vez y por centésima vez, como si fuese la primera; es deber de todo gran apóstol. El éxito es cosa de Dios, a Él le toca.

Entendemos que el verdadero apostolado es un desbordamiento y expansión del verdadero amor. No hallamos mejor definición que ésta.

Sobre todos los demás métodos, buscamos un apostolado convertido en amor, hecho vida, apostolado vivido y viviente.

El primer paso de nuestro apostolado es nuestra propia conquista para Dios y por Dios para el mundo.

La labor apostólica es el cuerpo, la oración piadosa y recogida en la soledad es el alma. El cuerpo sin alma es un cadáver, y el apostolado sin vida interior es otro cadáver.

El primer fruto de nuestro celo apostólico debe ser nuestra propia santidad.

De Oración

La oración es la que ha de salvar al mundo.

Orad por los pecadores para que la pasión de Cristo llegue hasta ellos.

Orad por las personas inocentes que aún no conocen el mal para que el Señor las guarde en su angelical candor y su divino Corazón se recree en ellas.

Orad por los sacerdotes, para que su sacerdocio sea santificador para sí mismo y para los demás.

Cuántos santos habría en la Iglesia si hubiera un poco más de fervor y un querer más eficaz y positivo.

Orad por las personas fervorosas y santas, a fin de que perseveren, edifiquen a otros y glorifiquen a Dios.

Ora al Padre. Ora para que sea Él glorificado en todo el mundo. Ora porque reine Jesucristo, rey de amor. Ora por la Iglesia, por el Papa, por la Jerarquía; ora por los que no oran y necesitan de las oraciones de sus hermanos.

De Palabra

Una palabra suave, caritativa, cariñosa y prudente, en la fábrica, en el taller, en la oficina, en la calle… ¡cuántas conquistas llega a hacer!

Oír la palabra de Dios y practicarla, cumpliendo en todo su voluntad, es la piedra firme, el cimiento inconmovible, la base segura de tu perfección.

Oíd, creed y abrazad la palabra de Dios. Que esa palabra divina oída bien, creída firmemente y abrazada en vuestros corazones, fructifique de tal manera que os hagáis imitadores de aquella primera Iglesia de Cristo.

De Pureza

Primero hay que ganar a Dios misericordioso, a fin de que mire benigno la obra que para su gloria se emprende. Después hay que inflamar el corazón del apóstol en vida sobrenatural, en amor puro, desinteresado y divino, sin mezcla de egoísmos, y, por fin, hay que templar las armas del combate en la austeridad, mortificación, interior vencimiento y penitencia

Consigna: Vida y apostolado de la pureza en todos los grados y matices, desde la continencia conyugal hasta la virginidad consagrada.

El apostolado por el triunfo de la pureza se considera hoy como uno de los más interesantes y urgentes en la Iglesia de Dios.

De Sacrificio

Un apostolado sin sacrificio es una siembra infructuosa y estéril.

Una persona consumida en sacrificio y amor es suficientísima para hacer santa toda una feligresía. Pedid a Jesús personas de ese temple, y pedid ese temple para vuestras almas.

Más haremos por las personas con nuestro diario y continuo sacrificio, unido en la santa misa al de nuestro Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, que con nuestra palabra y acción.

El Señor necesita de tus sacrificios para realizar su obra en ti mismo y en los tuyos.

Sufrir por las almas, vencerse, callar, humillarse, privarse, abnegarse, mortificarse por ellas. Ser pan de Cristo y hostia por las almas, ¡qué divina misión!

Si el ideal de las almas se grabase en nuestros corazones, se nos haría fácil y dulce todo sacrificio, por duro y fuerte que fuese.

De Vida

Apóstoles

Un día lo dejaron todo los buenos Apóstoles para seguir a su Maestro amado, y de tal modo cautivó el amor sus corazones, que las fatigas y austeridades de la vida no disminuyeron un punto aquel entusiasmo por Él.

Los Apóstoles serían luz no sólo de los judíos, sino del mundo entero, cuando en aquel prodigioso Pentecostés de amor y de luz fuesen iluminados con lenguas de fuego. Y, a la verdad, sus resplandores evangélicos llegaron bien pronto a todos los confines del mundo. Llegaron hasta nosotros, que hemos tenido la suerte de nacer en medio de ellos.

Jesús pasó tres años formando a sus primeros Apóstoles, y el Espíritu Santo consumó esta tarea el día de Pentecostés. No nacen los apóstoles, hay que formarlos conformes a la vocación de cada uno.

Somos apóstoles para otros…, instruidos y formados en la escuela de Cristo Jesús.

Los apóstoles, tanto de la palabra como de la pluma, deben ser formados y cimentados en la doctrina de Cristo, en las enseñanzas de la Iglesia y en el Evangelio.

Servicio

Como Él, hemos de hacer de nuestro vivir, al servicio de su querer y de su amor, una inmolación constante, un dejar que el Amor, Cristo, Eucaristía, muela todos los granos de trigo que forman nuestra existencia, separando la corteza, la cáscara, la paja y lo que no sea harina blanca y pura -labor constante de nuestra vida- y dejándonos triturar silenciosa y

Testimonio

Mucho se aprende en los libros leídos sosegada y atentamente. También se aprende mucho de labios de los maestros que nos enseñan el camino de la perfección y santidad. Pero la lección en gráficos, la santidad en cuadros vivos, tiene otros alicientes, añade otras fuerzas y otras luces. Sin discurrir tanto, se aprende más y mejor y, a la vez, se siente uno espoleado y empujado a conseguir aquello mismo a toda costa.

Virginidad (fecundidad espiritual)

La labor gigantesca que hoy desarrolla la Iglesia católica en todos los campos de su apostolado, necesita el secreto de la divina fecundidad, que sólo atraen las almas interiores desde el seno infinitamente fecundo de Dios.

Con cálculos y medidas puramente humanos no se han realizado esas obras monumentales que la Iglesia, en su maravillosa fecundidad, ha venido produciendo en el transcurso de los siglos.

La oración y el sacrificio jamás han sido estériles en un alma que va unida a Dios; el espíritu de Dios se derrama en ella y éste siempre es fecundo, pues es la misma fecundidad de Dios.

La Iglesia trabaja hoy como nunca, y esa labor gigante necesita calor, abono, vida, fecundidad, amor, que sólo atraen del seno de Dios las personas interiores.

Ser, dar, quehacer en el apostolado

La caridad, lo sufre todo, resiste todo. El verdadero celo no mira las dificultades, no ve los obstáculos, supera toda resistencia. El verdadero apóstol agota todos los medios imaginables antes de darse por vencido.

Qué bien se gasta uno cuando se gasta por Jesús y por las almas.

Que el celo y el afán de conquistar a otros no aminore, no perjudique el celo y el afán de ganar y conquistar a Dios para nuestros corazones. Esto es lo primero, esto es el todo, porque sin esto nada es todo lo demás.

Obra en silencio, ama el apostolado humilde… Enfoca tus obras hacia Dios; obra sólo por Jesús.

¿Sabes que el secreto para hacer el bien no está en hablar mucho y bien, hacer cosas de mucho brillo y llamar la atención? ¿Qué hizo María en casa de Isabel? Llevar y dar a Jesús.

¡Si yo fuera otro Cristo: la voz de Cristo a través de esta torpe lengua, la luz y el reflejo de Cristo a través de estos ojos, las gracias y los tesoros de Cristo a través de estas manos… Cristo, Jesús, Dios, Amigo, Hermano… disfrazado de mí!

Ser primerísimamente para Jesús y en segundo lugar para las obras de Jesús; jamás para las obras que no lleguen hasta Jesús.

Consigna: Cabalmente la absoluta entrega de ti mismo a Jesús hará muy fecundo tu apostolado.

El Evangelio es cosa santa, y su predicación debe hacerse mediante el sacrificio, con corazón puro y puras manos.

Consigna: Plan de celo comenzando por nosotros mismos: Hacer, poner por obra aquello que decimos y predicamos.

A. Amundarain

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