SOBRE EL CORAZÓN DE JESÚS
* Si por una gracia especialísima—dice un Autor—nos fuese dado penetrar los velos eucarísticos, que a nuestros ojos ocultan a Jesús, veríamos en su costado una herida y, a través de ella, su Corazón. ¡Más de veinte siglos ha que ese Corazón palpita de amor por nosotros…! Formado, como todo el Cuerpo purísimo de Jesús, milagrosamente, por virtud del Espíritu Santo, por eso mismo, dice Santo Tomás, era delicadísima y en supremo grado sensible su complexión. Pero, formado para sustentar el amor infinito del Verbo, Hijo de Dios, que le asumió, órgano sensible de sus santos afectos, aquel Corazón benditísimo fue elevado a la sublime condición de ser la sede de un amor infinito…, de ser el corazón de Dios… ¡amado, como ama Dios mismo…!
* Sabemos que Dios ama con todo su Ser, porque Él es puro amor…, todo amor…, infinito amor. Y el Corazón de Jesús es toda la expresión sensible, toda la manifestación concreta de ese Amor…, porque es el Corazón del Verbo encarnado…, es el Corazón de un Dios.
* Jesús, por medio de su Corazón, quiere «renovar los efectos de la Redención» en los hombres, o sea, una comunicación tan copiosa e inusitada de las gracias y misericordias merecidas por la vida, pasión y muerte del Redentor, como si fuese una redención nueva; renovación de un período de fervor, de fidelidad, de amor, de santidad…
Antonio Amundarain
(Textos tomados del Manual de Formación aliada 1944)