¡Todos los sedientos, venid a las aguas! Y los que no tengáis dinero, ¡venid!
Comprad y comed. Venid. Comprad, sin dinero
y sin nada a cambio, vino y leche.”
(Is 55)
Escucha, tú, que tienes sed, ven a por agua. ¿Qué te falta? ¿Cariño? ¿Sentido? ¿Motivos? Ven. ¿De qué tienes hambre? ¿De esperanza, de verdad, de encuentro? Ven y aliméntate de mi palabra y mi promesa. Come sin pagar el trigo y el vino, la vida y la fe. ¿Por qué gastas tu vida, tu ilusión y tus fuerzas en batallas vacías? Escúchame con atención, y vivirás. Sellaré contigo una alianza perpetua, una promesa que se extiende de generación en generación.
Búscame, aunque no me encuentres. Búscame, que estoy cerca. Abandona otros caminos, para recorrer mis senderos. Y yo estaré contigo.
Mis planes no son tus planes. Mis proyectos no son tus proyectos, mis caminos no son tus caminos. Pero mi amor eres tú. Ese, el amor, es mi plan, mi proyecto y mi camino.
Mi palabra es como lluvia que baja y empapa la tierra. La hace fecunda. Le da vida. Tú eres esa tierra. Y tu fruto será alimento de tantos. Abraza mi palabra, y todo estará bien.