EL VIACRUCIS DE LOS NIÑOS
VIACRUCIS BIBLICO JUAN PABLO II
VIACRUCIS CON TEXTOS DE SANTA TERESA
VIA CRUCIS CON TEXTOS DE SANTA TERESA
CAMINO DE LA CRUZ
VIACRUCIS SACERDOTAL (A. AMUNDARAIN)
VIACRUCIS DESDE EL COLISEO VIERNES SANTO 2013
Viacrucis con dibujos de Pachi-Fano
VIACRUCIS DE LA VIDA
VIACRUCIS SIGLO XXI
Pequeñas meditaciones del Víacrucis para la Primera Semana de Cuaresma
PRIMERA SEMANA DE CUARESMA
1ª Estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
«Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea.
Lo acepto todo con tal que tu voluntad
se cumpla en mi y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
No deseo más.
Pongo mi alma en tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor del que soy capaz.
Porque para mí amarte es darme
entregarme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre».
(Beato Charles de Foucauld)
2ª Estación
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
«Nada se ha inventado sobre la tierra
más grande que la cruz.
Hecha está la cruz a la medida de Dios,
de nuestro Dios.
Y hecha está también a la medida del hombre…
Hazme una cruz sencilla, carpintero…,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un sólo adorno que distraiga este gesto,
este equilibrio humano de los mandamientos.
Sencilla, sencilla….
hazme una cruz sencilla, carpintero.
Aquí cabe crucificado nuestro Dios,
nuestro Dios próximo,
nuestro pequeño Dios,
el Señor,
el Enviado Divino,
el Puente Luminoso,
el Dios hecho hombre o el hombre hecho Dios,
el que pone en comunicación
nuestro pequeño recinto planetario solar
con el universo de la luz absoluta.
Aquí cabe… crucificado… en esta cruz…
Y nuestra pobre y humana arquitectura de barro…
cabe… ¡crucificada también!»
(León Felipe)
3ª Estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
«En la cruz está la vida y el consuelo
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor de cielo y tierra
y el gozar da mucha paz, aunque haya guerra.
Todos los males destierra de este suelo
y ella sola es el camino para el cielo.
Es una oliva preciosa la santa cruz,
que con su aceite nos unta y nos da luz.
Alma mía, toma la cruz con gran consuelo.
Que ella sola es el camino para el cielo».
(Santa Teresa de Jesús)
4ª Estación
JESÚS SE ENCUENTRA CON MADRE EN LA VÍA DOLOROSA
«Por el rastro de la sangre
que Jesús dejaba
va caminando su Madre:
quiebra el corazón miralla.
Las palabras que decía
son de mujer lastimada,
y cuando mira la sangre
por el suelo derramada,
acrecienta los suspiros
con dolor y ansia extraña.
Dice que va con prisiones
y con soga a la garganta,
y como un ciervo herido
que con sed va a buscar
agua.
Está mirando a su hijo,
que el alma se le arrancaba,
que casi no le conoce,
dícele de esta manera,
la cara desfigurada
con la voz llorosa y mansa:
¡Oh cordero sin mancilla!
¡Oh cordero que quitabas
los pecados con tu muerte
del mundo que tanto amabas!
Y estando en la cruz clavado,
vio a su Madre fatigada,
y no la pudo hablar
sino sólo una palabra».
(Juan López de Ubeda)
5ª Estación
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
“¡Ven, dulce cruz, así quiero decirlo! ¡Jesús mío, dámela siempre.
Si mis sufrimientos llegaran a ser demasiado pesados, ayúdame a llevarlos…
Mira como extiende las manos Jesucristo en la cruz para abrazarnos.
¡Ven!
¿Dónde?
A los brazos de Jesús, dulce refugio y consuelo.
¡Buscad!
¿Dónde?
En los brazos de Jesús.
Avecillas del nido abandonado, vivid, morid,
descansad aquí, ¡quedaos!
¿Dónde?
En los brazos de Jesús crucificado»
(La Pasión según San Mateo de Bach)
6ª Estación
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
«Ahí la tenéis
con su paño de lágrimas
levantándolo entre los dedos.
Parece la hija de un fotógrafo antiguo y mediocre, mostrando la negativa de un retrato mal hecho.
¿Quién es?…¿Quién es ese del retrato?
¿A quién se parece?
Se parece a mucha gente;
se parece a ese transeúnte;
se parece al mal ladrón;
se parece a mí…;
se parece a todos los hombres de la tierra.
Es una fotografía muy mal hecha,
pero a mí me gusta mucho;
está revelada
con una extraña mixtura
de sudor, de lágrimas y sangre».
(León Felipe)
7ª Estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
«Calor de Dios en sangre redentora
y en río de piedad en tu costado.
Bajo tu cruz quédeme arrodillado
con ansia y gratitud siempre deudora.
Conózcate, mi Cristo, en esta hora
de tu perdón si beso apasionado,
de ardiente labios de tu pie clavado,
sea flecha de amor y paz de aurora.
Conózcate en tu Vía Dolorosa,
y conozca, Señor, en los fulgores,
de tus siete palabras, mi caída.
Que en esa cruz pujante y misteriosa
pongo, sobre el amor de mis amores,
el amor entrañable de mi vida»
(Martín Alonso)
8ª Estación
JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
«¿Quién colocó mentira sobre el suelo
para las descansadas avenidas?
¿Para qué fe sin luz ansias mullidas
arropan al dolor con terciopelo?
Quien cabalgue amargura vaya a pelo
con las roncas esquelas doloridas,
fluyéndole la sangre por las bridas
sobre las ancas de la bestia en celo.
De rodillas aquellos los que ignoren
que pueden encontrarte en una rosa
o en la terrible soledad espesa…
Que es muy fácil, Señor que aquí te lloren
con una bienvenida presurosa
y la sangre rotundamente ilesa»
(Pilar Paz Pasamar)
9ª Estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
«Cristo, cristal purísimo
que no se rompe nunca.
Cristo, creo en tu cruz
que nutre nuestra arteria.
Bebo debajo de tu trono de espinas,
duermo en tu ala siempre viva,
y no hay porque pedirte por los hombres
porque todos los hombres están en tu memoria,
en tu luz desbordante con que nos amas sin méritos.
Sé que te desvives hasta morir, de nuevo,
en cada instante, por los son
que son ingratos con los otros.
Cristo, cristal purísimo
que no se rompe nunca.
Cristo, creo en tu cruz
que nutre nuestra arteria».
(Gloria Fuertes)
10ª Estación
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
«¡Qué vergüenza le daría
al Cordero santo el verse,
siendo tan honesto y casto,
desnudo entre tanta gente!
¡Ay, divina Madre suya!
Si ahora llegáis a verle
en tan miserable estado,
¿quién ha de haber que os consuele?
Mirad, Reina de los cielos,
si el mismo Señor es este,
cuyas carnes parecían azucenas y claveles.
Más ¡a Madre de piedad
que sobre la cruz le tienden
para tomar la medida
por donde los clavos entren!»
(Félix Lope de Vega y Carpio)
11ª Estación
JESÚS ES CRUCIFICADO
«¿Quién cuando cala el clavo, traspasada la albura, tiene poder de hacer que la madera no sufra al ser -cuidado puesto en ellos- ¡ay!, extraído…?
Y si el clavo es luz, ¿cómo sacarlo?
Sacar se puede de una vez la espina
sepultada en la carne; pero clavos macizos,
clavos de amor, ¡no pueden, no, sacarse!
Hay un destrozo en la toda la madera
y se derrama a un lado, como un río,
toda la savia en flor, toda la albura.
Está en el corazón la punta fiera
y está haciendo más daño que la herida;
pero qué bien guardar este tesoro
y no sacarle nunca, nunca, nunca, pues no hay mano que le alcance a sacar sin el destrozo:
dejadla donde está, y que su sitio
sea en la luz del fondo, donde en punta
se diamante se recorta y relumbre y donde brilla
en gran constelación suya la carne.
¡Dejad el clavo del amor adentro!
No vengáis, no, por él…¡El clavo es uno
con el tuétano, y es uno con el hueso y la carne,
y tiene el brillo y el fulgor del golpe,
y es uno con el alma y el espíritu!
(Bernardo Casanueva)
12ª Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
«Muere Jesús del Gólgota en la cumbre
con amor perdonando al que le hería,
siente deshecho el corazón María
del dolor de la inmensa pesadumbre.
Se aleja con pavor la muchedumbre
cumplida ya la santa profecía;
tiembla la tierra; el iluminar del día
cegando en tal horror, pierde su lumbre.
Se abren las tumbas, se desgarra el velo,
y a impulso del amor grande y fecundo
parece estar la cruz, signo de duelo,
cerrando augusta, con el pie al profundo
y con la excelsa cabeza abriendo el cielo
y con los brazos abarcando el mundo».
(Antonio Almendros Aguilar)
13ª Estación
JESÚS MUERTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
«Estaba en la honda agonía
al pie de la cruz llorosa
la Madre, Virgen María,
y de la cruz afrentosa
el hijo muerto pendía.
Y porque culpa tan fea
ofrenda tan suave borre,
la hirviente sangre gotea,
y en el peñasco que corre
avaro el viento la orea.
Allí por tierra postrada,
Moribunda y desolada,
la castísima María,
con el suplicio abrazada,
la ardiente sangre bebía.
Y parado el mundo entero
asombrado la miraba,
que sola en dolor tan fiero,
a su Dios muerto lloraba
al pie del santo madero.
¡Ella llora y yo pequé…!
Madre amorosa, perdón,
que yo le crucifiqué,
yo su sangre derramé
y manché la creación.
Yo le robé de tus brazos,
si respeto a su deidad;
le até con estrechos lazos
para arrancarle, es verdad,
las entrañas en pedazos.
¡Tú llorando, Madre mía,
cuando una lágrima tuya
el mundo rescataría
cuando el tiempo le concluya
en el postrimero día!
¡Tus ojos llorosos tanto
cuando al sol prestan su luz!
¡Oh Madre, por tal quebranto,
que me salve a mí tu llanto,
al pie de la santa cruz».
(José Zorrilla)
14ª Estación
JESÚS ES DEPOSITADO EN EL SEPULCRO
«¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abandonada cabellera negra
de Nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el Reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo, al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de Nazareno.
Que eres, Cristo, el único
Hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida,
por Ti el hombre muerto que no muere,
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dio toda su sangre
porque las gentes sepan que son hombres».
(Miguel de Unamuno)
SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA
1ª Estación
JESÚS EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS
«Pase este cáliz de mí
si es posible, Padre eterno;
mas no se haga la mía,
tu voluntad obedezco.
Crecieron tanto las ansias,
que fue menester que luego,
rompiendo un ángel los aires,
bajase a darle consuelo.
¡Ay, Jesús de mis entrañas,
cómo habéis venido a tiempo,
que os consuelen siendo Dios
las criaturas que habéis hecho!
¿A dónde estáis, Virgen pura,
que a vuestra falta los cielos
un ángel a Cristo envían?
Llegad, y esforzadle presto.
Decidle: Dulce Hijo mío,
cuando ayunasteis, vinieron
mil ángeles a esforzaros
con soberano sustento.
Cuando nacisteis, bajaron
dos mil ejércitos bellos;
y cuando vais a morir,
uno solo viene a veros.
Limpiadle, Virgen piadosa,
la sangre con los cabellos;
y pues le deja su Padre,
vea a su Madre a lo menos.
Id vos con ella, alma mía,
entrad también en el huerto,
no sospechen que os quedáis
con el que viene a prenderlo.
Decidle: Dulce Jesús,
aquí estoy al lado vuestro,
para padecer con vos,
no para negaros luego.
Vámonos presos los dos,
pues vais por mis deudas preso;
cinco mil son los azotes;
muchos son, partir podemos».
(Félix Lope de Vega y Carpio)
2ª Estación
JESÚS ES TRAICIONADO POR JUDAS Y ES ARRESTADO
«Vive de amor aquel que, en frágil vaso,
un tesoro divino, humilde, guarda.
¡Oh Jesús! ¡Oh mi bien! ¡Cuál desfallezco!
No tengo, como el ángel, fuertes alas,
y caigo a cada paso; pero al punto
Tú vienes hacia mí, Tú te levantas
y me abrazas, tal vez, y otra vez, luego…
desfallezco de amor, como la Amada».
(Santa Teresa de Jesús)
3ª Estación
JESÚS ES CONDENADO POPR EL SANEDRÍN
«Lo vi muy bien,
aquel niño judío
que estaba esperando
a que abriesen
los hornos crematorios de Auschwitz…
Lo vi muy bien,
llevaba una túnica ligera
ceñida con un cordón de esparto.
Tenía doce años,
la misma edad de Cristo,
cuando se escapa de su casa
a discutir con los doctores del templo.
Puede que aquel niño
fuese el mismo Cristo…
El Hombre que todos crucificamos.
(León Felipe)
4ª Estación
JESÚS ES NEGADO POR PEDRO
«Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
tú que hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos;
vuelve los ojos a mi piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres;
espera, pues, y escucha mis cuidados;
pero, ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?»
(Félix Lope de Vega y Carpio)
5ª Estación
JESÚS ES JUZGADO POR PILATOS
«Porque para entrar en estas riquezas de la sabiduría de Dios- escribe fray Juan de la Cruz-, la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear pasar por ella es cosa de pocos».
En la cruz, escribió asimismo Santo Tomás de Aquino, se nos dan «ejemplos de todas las virtudes: amor, paciencia, humildad, obediencia, desapego de las cosas materiales».
La cruz es la clave del evangelio, la llave de la puerta santa del cielo.
La cruz es la gran escuela del amor y la sabiduría de un Dios clavado y abierto: «¿Pero cómo, clavado, enseñas tanto?/ Debe ser que siempre estás abierto, ¡Oh Cristo, Oh ciencia eterna, Oh libro santo!»
(Lope de Vega)
6ª Estación
JESÚS ES FLAGELADO Y CORONADO DE ESPINAS
«¡Oh Jesús, Viña Sagrada!,
lo sabes, mi Rey divino,
soy un racimo dorado
que han de arrancar para ti.
Exprimida en el lagar
del oscuro sufrimiento,
yo te probaré mi amor.
Mi único gozo será
inmolarme cada día».
(Santa Teresita de Lisieux)
7ª Estación
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
«No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido.
Ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú mueves, Señor, muéveme
el verte clavado en una cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido.
Muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amará
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te espere,
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero, te quisiera».
(Anónimo siglo XVI)
8ª Estación
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRINEO
«Tú me ofreces la vida con
tu muerte y esa vida sin Ti
yo no la quiero; porque
lo que espero, y
desespero, es otra vida
en la que pueda verte.
Tú crees en mi. Yo a Ti,
para creerte, tendría que
morirme lo primero; morir
en Ti, porque si en Ti no
muero no podría
encontrarte sin perderte.
Que de tanto temer que
te he perdido, al cabo, ya
no sé qué estoy temiendo;
porque de Ti y de mí me
siento huido.
Mas con tanto dolor,
que estoy sintiendo, por
ese amor con el que me
has herido, que vivo en Ti
cuando me estoy muriendo».
(José Bergamín)
9ª Estación
JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES EN JERUSALÉN
«Dame tu mano,
María, la de las tocas moradas.
Clávame tu siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos en Belén:
No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
entre las pajas de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle.
Qué larga es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Enmanuel.
¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: – Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.
A ti, Doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en el que el alma reposa.
A ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María».
(Gerardo Diego)
10ª Estación
JESÚS ES CRCIFICADO
«En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada.
Estar aquí junto a tu imagen muerta
e ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta».
(Gabriela Mistral)
11ª Estación
JESÚS PROMETE EL REINO AL BUEN LADRÓN
«¡Oh maravillosa y nueva virtud!
¡Lo que no hiciste desde el cielo servido de ángeles, hiciste desde la cruz acompañado de ladrones!
Y no solamente la cruz,
mas la misma figura que en ella tienes,
nos llama dulcemente a amor;
la cabeza tienes reclinada,
para oírnos y darnos besos de paz,
con la cual convidas a los culpados,
siendo tú el ofendido;
los brazos tendidos, para abrazarnos;
las manos agujereadas, para darnos tus bienes;
el costado abierto, para recibirnos en tus entrañas;
los pies clavados, para esperarnos
y para nunca poder apartarte de nosotros.
De manera, que mirándote, Señor,
todo me convida a amor:
el madero, la figura, el misterio,
las heridas de tu cuerpo;
y, sobre todo, el amor interior me da voces
que te ame y que nunca te olvide de mi corazón».
(San Juan de Avila)
12ª Estación
JESÚS CRUCIFICADO, LA MADRE Y E DISCÍPULO
«La tarde se oscurecía
entre la una y las dos,
que, viendo que el Sol se muere,
se vistió de luto el sol.
Tinieblas cubren los aires,
las piedras de dos en dos
se rompen unas con otras,
y el pecho del hombre, no.
No cesan los serafines
de llorar con tal dolor
que los cielos y la tierra
conocen que muere Dios
cuando Cristo está en la cruz
diciendo al Padre: «Señor,
¿por qué me has abandonado?»
¡Ay Dios, qué tierna razón!
¿Qué sentiría su Madre
cuando tal palabra oyó
viendo que Hijo dice
que Dios le desamparó?
No lloréis, Virgen piadosa,
que, aunque se va vuestro amor,
volverá a verse con vos.
Pero como las entrañas
que nueve meses vivió,
verán que corta la muerte
fruto de tal bendición.
¡Ay Hijo! -la Virgen dice-:
¿Qué madre vio como yo
tantas espadas sangrientas
traspasar su corazón?
¿Dónde está vuestra hermosura?
¿Quién los ojos eclipsó
donde se miraba el cielo
como de su mismo autor?
Partamos, dulce Jesús,
el cáliz de esta pasión,
que vos le bebéis de sangre
y yo de pena y dolor.
¿De qué me sirve guardaros
de aquel rey que os persiguió,
si al fin os quitan la vida
vuestros enemigos hoy?
Esto diciendo la Virgen,
Cristo el espíritu dio.
Alma, si no sois de piedra,
llorad, pues la culpa sois».
(Félix Lope de Vega y Carpio)
13ª Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
«¡Cristo de la Buena Muerte,
el de la faz amorosa,
tronchada, como una rosa,
sobre el blanco cuerpo inerte
que en el madero reposa!
¿Quién pudo de esa manera
darte esta noble y severa
majestad, llena de calma?
¡No fue una mano, fue un alma,
la que talló tu madera!
Fue, Señor, el que tallaba
tu figura, con tal celo,
y con tal ansia te amaba,
que, a fuerza de amor, llevaba,
dentro del alma el modelo.
Fue el que tallarte sentía
un ansia tan verdadera,
que en arrobos le sumía,
y cuajaba en la madera
lo que arrobos veía.
Fue que ese rostro, Señor,
y esa ternura al tallarte,
y esa expresión de dolor,
más que milagros del arte,
fueron milagros de amor.
Fue, en fin, que ya no pudieron
sus manos llegar a tanto
y desmayadas cayeron…
¡Y los ángeles te hicieron
con sus manos mientras tanto!
Por eso a tus pies postrado:
por tus dolores herido
de un dolor desconsolado;
ante tu imagen vencido
y ante tu Cruz humillado,
siento unas ansias fogosas
de abrazarte y bendecirte;
y ante tus plantas piadosas
quiero decirte mil cosas
que no sé cómo decirte…
¡Frente, qué herida de amor,
te rindes de sufrimientos
sobre el pecho del Señor,
como los lirios que, en flor,
tronchan, al paso, los vientos!
¡Brazos rígidos y yertos,
por tres garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirme, abiertos;
para esperarme, clavados!
¡Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo!
Yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores,
subiendo a la Cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo, bendecirte.
Quiero, Señor, en tu encanto,
tener mis sentidos presos,
y, unido a tu cuerpo santo,
mojar tu rostro con llanto,
secar tu llanto con besos.
Quiero, en este santo desvarío,
besando tu rostro frío,
llamarte mil veces mío…
Cristo de la Buena Muerte!
Y Tú, Rey de las Bondades,
que mueres por tu bondad,
muéstrame con claridad
la Verdad de las verdades
que es sobre toda verdad.
Que mi alma, en Ti prisionera,
vaya fuera de su centro
por la vida bullangera:
que no le lleguen adentro
las algarazas de fuera;
que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
que no turbe mi conciencia
la opinión del mundo necio;
que aprenda, Señor, la ciencia
de ver con indiferencia
la adulación y el desprecio;
que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu Ciencia y tu Luz;
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la Cruz:
de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.
Señor, aunque no merezco
que tú escuches mi quejido,
por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que pido.
Al ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.
Y a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena…
¡Cristo de la Buena Muerte!
(José María Pemán)
14ª Estación
JESÚS ES DEPOSITADO EN EL SEPULCRO
«¡Qué dulce sueño en tu regazo, madre,
soto seguro y verde entre corrientes rugidoras,
alto nido colgante sobre el pinar cimero,
nieve en quien Dios se posa como el aire del estío, en un enorme beso azul,
oh, tú primera y extrañísima creación de su amor!
… Déjame ahora que te sienta humana,
madre de carne solo, igual que te pintaron tus más tiernos amantes,
déjame que contemple tras tus ojos bellísimos los ojos apenados de tu Hijo Jesús,
permíteme que piense
que posas un instante esa divina carga
y me tiendes los brazos,
me acunas en tus brazos,
acunas mi dolor,
nombre que lloro.
Virgen María, madre,
dormir quiero en tus brazos
hasta que Dios despierte».
(Dámaso Alonso)
TERCERA SEMANA
Pequeñas meditaciones del Vía Crucis para la Tercera Semana de Cuaresma
Este Vía Crucis fue compuesto por la Madre Teresa de Calcuta para los jóvenes del mundo, con motivo del Congreso Eucarístico Internacional de 1976, con el título: «Un recorrido por la Pasión de Cristo, de ayer y de hoy»
1ª Estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
«Llegada la mañana todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos del pueblo, tuvieron consejo contra Jesús para matarlo, y atado lo llevaron al procurador Pilatos» (Mt 27,1-2). El pequeño niño que tiene hambre, que se come su pan pedacito a pedacito porque teme que se termine demasiado pronto y tenga otra vez hambre. Esta es la primera estación de calvario.
2ª Estación
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
«Entonces se lo entregó para que lo crucificasen. Tomaron, pues, a Jesús, que llevando la cruz, salió al sitio llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota» (Jn 19,16-17). ¿No tengo razón? ¡Muchas veces miramos pero no vemos nada! Todos nosotros tenemos que llevar la cruz y tenemos que seguir a Cristo al Calvario, si queremos reencontrarnos con Él. Yo creo que Jesucristo, antes de su muerte, nos ha dado su Cuerpo y su Sangre para que nosotros podamos vivir y tengamos bastante ánimo para llevar la cruz y seguirle, paso a paso.
3ª Estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
«Dijo Jesús: El que quiera venir en pos de mí, que se niege a sí mismo, tome su cruz y sígame, pues el que quiera salvar su vida la perderá: pero el que pierda su vida, ese la salvará». (Mt 16,24). En nuestras estaciones del Via Crucis vemos que caen los pobres y los que tienen hambre, como se ha caído Cristo. ¿Estamos presentes para ayudarle a Él? ¿Lo estamos con nuestro sacrificio, nuestro verdadero pan? Hay miles y miles de personas que morirían por un bocadito de amor, por un pequeño bocadito de aprecio. Esta es una estación del Via Crucis donde Jesús se cae de hambre.
4ª Estación
JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava… Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 45-49). Nosotros conocemos la cuarta estación del Via Crucis en la que Jesús encuentra a su Madre. ¿Somos nosotros los que sufrimos las penas de una madre? ¿Una madre llena de amor y de comprensión? ¿Estamos aquí para comprender a nuestra juventud si se cae? ¿Si está sola? ¿Si no se siente deseada? ¿Estamos entonces presentes?
5ª Estación
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A CARGAR LA CRUZ
«Cuando le llevaban a crucificar, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo y le obligaron a ayudarle a llevar la Cruz» (Lc 23,26). Simón de Cirene tomaba la cruz y seguía a Jesús, le ayudaba a llevar su cruz. Con lo que habéis dado durante el año, como signo de amor a la juventud, los miles y millones de cosas que habéis hecho a Cristo en los pobres, habéis sido Simón de Cirene en cada uno de vuestros hechos.
6ª Estación
LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
«Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber» (Mt, 25, 35). ¿Con respecto a los pobres, los abandonados, los no deseados, somos como la Verónica? ¿Estamos presentes para quitar sus preocupaciones»y compartir sus penas? ¿O somos parte de los orgullosos que pasan y no pueden ver?
7ª Estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
«¿Quienes son mi madre y mis parientes? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos dijo Jesús: he aquí a mi madre y a mis parientes… quienquiera que haga la voluntad de mi Padre» (Mt 12, ,48-50). Jesús cae de nuevo. ¿Hemos recogido a personas de la calle que han vivido como animales y se murieron entonces como ángeles? ¿Estamos presentes para levantarlos?. También en vuestro país podéis ver a gente en el parque que están solos, no deseados, no cuidados, sentados, miserables. Nosotros los rechazamos con la palabra «alcoholizamos». No nos importan. Pero en Jesús quien necesita nuestras manos para limpiar sus caras. ¿Podéis hacerlo?, ¿o pasaréis sin mirar?
8ª Estación
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES
«Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se lamentaba y lloraban por Él. Vuelto hacia ellas les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos» (Lc 23,27-28).Padre Santo, yo rezo por ellas para que se consagren a tu santo nombre, santificadas por Ti; para que se entreguen a tu servicio, se te entreguen en el sacrificio. Para eso me consagro yo también y me entrego como sacrificio con Cristo.
9ª Estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
«Os he dicho esto para que tengáis paz conmigo. En el mundo tendréis tribulaciones, pero confiad: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Jesús cae de nuevo para ti y para mí. Se le quitan sus vestidos, hoy se le roba a los pequeños el amor antes del nacimiento. Ellos tienen que morir antes del nacimiento. Ellos tienen que morir porque nosotros no deseamos a estos niños. Estos niños deben quedarse desnudos, porque nosotros no deseamos, y Jesús toma este grave sufrimiento. El no nacido toma este sufrimiento porque no tiene más remedio de desearle, de amarle, de quedarme con mi hermano, con mi hermana.
10ª Estación
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
«Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, haciendo cuatro partes, una para cada soldado y la túnica» (Jn 19,23)¡Señor, ayúdanos para que aprendamos a aguantar las penas, fatigas y torturas de la vida diaria, para que logremos siempre una más grande y creativa abundancia de vida!
11ª Estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
«Después de probar el vinagre, Jesús dijo»: Todo está cumplido, e inclinando la cabeza entregó el espíritu» (Jn 19,30). ¡Empecemos las estaciones de nuestro via crucis personal con ánimo y con gran alegría, pues tenemos a Jesús en la sagrada Comunión, que es el Pan de vida que nos da vida y fuerza! Su sufrimiento es nuestra energía, nuestra alegría, nuestra pureza. Sin él no podemos hacer nada.
12ª Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
«Después de probar el vinagre, Jesús dijo»: Todo está cumplido, e inclinando la cabeza entregó el espíritu» (Jn 19,30). ¡Empecemos las estaciones de nuestro via crucis personal con ánimo y con gran alegría, pues tenemos a Jesús en la sagrada Comunión, que es el Pan de vida que nos da vida y fuerza! Su sufrimiento es nuestra energía, nuestra alegría, nuestra pureza. Sin él no podemos hacer nada.
13ª Estación
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
«Al caer la tarde vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era discípulo de Jesús… tomó su cuerpo y lo envolvió en una sábana limpia» (Mt 27,57.59). Vosotros jóvenes, llenos de amor y de energía, ¡no desperdiciéis vuestras fuerzas en cosas sin sentido!
14ª Estación
JESÚS ES SEPULTADO
«Había un huerto cerca del sitio donde fue crucificado Jesús, y en él un sepulcro nuevo, en el cual aún nadie había sido enterrado… y pusieron allí a Jesús» (Jn 19,41-42). Mirad a vuestro alrededor y ved, mirad a vuestros hermanos y hermanas no sólo en vuestro país, sino en todas las partes donde hay personas con hambre que os esperan. Desnudos que no tienen patria. ¡Todos os miran! ¡No le volváis las espaldas, pues ellos son el mismo Cristo!
CUARTA SEMANA
En esta meditación trataremos de seguir las huellas del Señor en el camino que va desde el pretorio de Pilato hasta el lugar llamado “Calavera”, Gólgota en hebreo (Jn 19,17). Hoy día este camino es visitado por los peregrinos que de todo el mundo acuden a Tierra Santa.
También Su Santidad lo recorrió, rodeado de una enorme muchedumbre de habitantes de Jerusalén y de peregrinos. El Vía Crucis de nuestro Señor Jesucristo está históricamente vinculado a los sitios que El hubo de recorrer. Pero hoy día ha sido trasladado también a muchos otros lugares, donde los fieles del divino Maestro quieren seguirle en espíritu por las calles de Jerusalén. En algunos santuarios, como en el que recordábamos en días anteriores, el Calvario de Zebrzydowska, la devoción de los fieles a la Pasión ha reconstruido el Vía Crucis con estaciones muy alejadas entre sí. Habitualmente en nuestras iglesias las estaciones son catorce, como en Jerusalén entre el pretorio y la basílica del Santo Sepulcro. Ahora nos detendremos espiritualmente en estas estaciones, meditando el misterio de Cristo cargado con la cruz.
1ª Estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
La sentencia de Pilato fue dictada bajo la presión de los sacerdotes y de la multitud. La condena a muerte por crucifixión debería de haber satisfecho sus pasiones y ser la respuesta al grito: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” (Mc 15,13-14, etc). El pretor romano pensó que podría eludir el dictar sentencia lavándose las manos, como se había desentendido antes de las palabras de Cristo cuando éste identificó su reino con la verdad, con el testimonio de la verdad (Jn 18,38). En uno y otro caso Pilato buscaba conservar la independencia, mantenerse en cierto modo “al margen”. Pero eran sólo apariencias. La cruz a la que fue condenado Jesús de Nazaret (Jn 19,16), así como su verdad del reino (Jn 18, 38-37), debía de afectar profundamente al alma del pretor romano. Esta fue y es una Realeza, frente a la cual no se puede permanecer indiferente o mantenerse al margen.
El hecho de que a Jesús, Hijo de Dios, se le pregunte por su reino, y que por esto sea juzgado por el hombre y condenado a muerte, constituye el principio del testimonio final de Dios que tanto amó al mundo (cf. Jn 3,16).
También nosotros nos encontramos ante este testimonio, y sabemos que no nos es lícito lavarse las manos.
2ª Estación
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
Empieza la ejecución, es decir, el cumplimiento de la sentencia. Cristo, condenado a muerte, debe cargar con la cruz como los otros dos condenados que van a sufrir la misma pena: “Fue contado entre los pecadores” (Is 53,12). Cristo se acerca a la cruz con el cuerpo entero terriblemente magullado y desgarrado, con la sangre que le baña el rostro, cayéndole de la cabeza coronada de espinas. Ecce Homo! (Jn 19,5) En Él se encierra toda la verdad del Hijo del hombre predicha por los profetas, la verdad sobre el ciervo de Yavé anunciada por Isaías: “Fue traspasado por nuestras iniquidades… y en sus llagas hemos sido curados” (Is 53,5). Está también presente en Él una cierta consecuencia, que nos deja asombrados, de lo que el hombre ha hecho con su Dios. Dice Pilato: “Ecce Homo” (Jn 19,5): “¡Mirad lo que habéis hecho de este hombre!” En esta afirmación parece oírse otra voz, como queriendo decir: “¡Mirad lo que habéis hecho en este hombre con vuestro Dios”!
Resulta conmovedora la semejanza, la interferencia de esta voz que escuchamos a través de la historia con lo que nos llega mediante el conocimiento de la fe. Ecce Homo!
Jesús, “el llamado Mesías” (Mt 27,17), carga la cruz sobre sus espaldas (Jn 19,17). Ha empezado la ejecución.
3ª Estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Jesús cae bajo la cruz. Cae al suelo. No recurre a sus fuerzas sobrehumanas, no recurre al poder de los ángeles. “¿Crees que no puedo rogar a mi Padre, quien pondría a mi disposición al punto más de doce legiones de ángeles?” (Mt 26,53). No lo pide. Habiendo aceptado el cáliz de manos del Padre. (Mc 14,36, etc.), quiere beberlo hasta las heces. Esto es lo que quiere. Y por esto no piensa en ninguna fuerza sobrehumana, aunque al instante podría disponer de ellas. Pueden sentirse dolorosamente sorprendidos los que le habían visto cuando dominaba a las humanas dolencias, a las mutilaciones, a las enfermedades, a la muerte misma ¿Y ahora? ¿Está negando todo eso? Y, sin embargo, “nosotros esperábamos”, dirían unos días después los discípulos de Emaús (Lc 24,21). “Si eres el Hijo de Dios…” (Mt 27,40), le provocarán los miembros del Sanedrín. “A nosotros salvó, a sí mismo no puede salvarse” (Mc 15,31; Mt 27,42), gritará la gente.
Y él acepta estas frases de provocación, que parecen anular todo el sentido de su misión, de los sermones pronunciados, de los milagros realizados. Acepta todas estas palabras, decide no oponerse. Quiere ser ultrajado. Quiere vacilar. Quiere caer bajo la cruz. Quiere. Es fiel hasta el final, hasta los mínimos detalles, a esta afirmación: “No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (cf. Mc 14,36, etc).
Dios salvara a la humanidad con las caídas de Cristo bajo la cruz.
4ª Estación
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
La Madre. María se encuentra con su Hijo en el camino de la cruz. La cruz de Él es su cruz, la humillación de Él es la suya, suyo es el oprobio público de Jesús. Es el orden de las cosas. Así deben sentirlo los que la rodean y así lo capta su corazón: “… y una espada atravesará tu alma” (Lc 2,35). Las palabras pronunciadas cuando Jesús tenía cuarenta días se cumplen en este momento. Alcanzan ahora su plenitud total. Y María avanza, traspasada por esta invisible espada, hacia el Calvario de su Hijo, hacia su propio Calvario. La devoción cristiana la ve con esta espada clavada en su corazón, y así la representa en pinturas y esculturas. ¡Madre Dolorosa!
“¡Oh tú que has padecido junto con Él!”, repiten los fieles, íntimamente convencidos de que así justamente debe expresarse el misterio de este sufrimiento. Aunque este dolor le pertenezca y le afecte en lo más profundo de su maternidad, sin embargo, la verdad plena de este sufrimiento se expresa con la palabra “compasión”. También ella pertenece al mismo misterio: expresa en cierto modo la unidad con el sufrimiento del Hijo.
5ª Estación
SIMÓN CIRINEO AYUDA A JESÚS
Simón de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf. Mc 15,21; Lc 23,26), no la quería llevar ciertamente. Hubo que obligarle. Caminaba junto a Cristo bajo el mismo peso. Le prestaba sus hombros cuando los del condenado parecían no poder aguantar más. Estaba cerca de él: más cerca que María o que Juan, a quien, a pesar de ser varón, no se le pide que le ayude. Le han llamado a él, a Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, como refiere el evangelio de Marcos (Mc 15,21). Le han llamado, le han obligado. ¿Cuánto duró esta coacción? ¿Cuánto tiempo caminó a su lado, dando muestras de que no tenía nada que ver con el condenado, con su culpa, con su condena? ¿Cuánto tiempo anduvo así, dividido interiormente, con su barrera de indiferencia entre él y ese Hombre que sufría? “Estaba desnudo, tuvo sed, estaba preso” (cf. Mt 25,35.36), llevaba la cruz… ¿La llevaste conmigo?… ¿La has llevado conmigo verdaderamente hasta el final?
No se sabe. San Marcos refiere solamente el nombre de los hijos del Cireneo y la tradición sostiene que pertenecían a la comunidad de cristianos allegada a San Pedro (cf. Rom 16,13).
6ª Estación
LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
La tradición nos habla de la Verónica. Quizá ella completa la historia del Cireneo. Porque lo cierto es que –aunque, como mujer, no cargara físicamente con la cruz y no se la obligara a ello- llevó sin duda esta cruz con Jesús: la llevó como podía, como en aquel momento era posible hacerlo y como le dictaba su corazón: limpiándole el rostro.
Este detalle, referido por la tradición, parece fácil de explicar: en el lienzo con el que se secó su rostro han quedado impresos los rasgos de Cristo. Puesto que estaba todo él cubierto de sudor y sangre, muy bien podía dejar señales y perfiles.
Pero el sentido de este hecho puede ser interpretado también de otro modo, si se considera a la luz del sermón escatológico de Cristo. Son muchos indudablemente los que preguntarán: “Señor, ¿cuándo hemos hecho todo esto?” y Jesús responderá: “Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). El Salvador, en efecto, imprime su imagen sobre todo acto de caridad, como sobre el lienzo de la Verónica.
7ª Estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
“Yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de los hombres y el desecho del pueblo” (Sal 22 [21,7): las palabras del Salmista-profeta encuentran su plena realización en estas estrechas, arduas callejuelas de Jerusalén, durante las últimas horas que preceden a la Pascua. Ya se sabe que estas horas, antes de la fiesta, son extenuantes y las calles están llenas de gente. En este contexto se verifican las palabras del Salmista, aunque nadie piense en ellas. No paran mientes en ellas ciertamente todos cuantos dan pruebas de desprecio, para los cuales este Jesús de Nazaret que cae por segunda vez bajo la cruz se ha hecho objeto de escarnio.
Y Él lo que quiere, quiere que se cumpla la profecía. Cae, pues, exhausto por el esfuerzo. Cae por voluntad del Padre, voluntad expresada asimismo en las palabras del Profeta. Cae por propia voluntad, porque “¿cómo se cumplirían, si no, las Escrituras?” (Mt 26,54): “Soy un gusano y no un hombre” (Sal 22 [21, 7); por tanto, ni siquiera “Ecce Homo” 8Jn 19,5); menos aún, peor todavía.
El gusano se arrastra pegado a tierra; el hombre, en cambio, como rey de las criaturas, camina sobre ella. El gusano carcome la madera: como el gusano, el remordimiento del pecado roe la conciencia del hombre. Remordimiento por esta segunda caída.
8ª Estación
JESÚS Y LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Es la llamada al arrepentimiento, al verdadero arrepentimiento, al pesar, en la verdad del mal cometido. Jesús dice a las hijas de Jerusalén que lloran a su vista: “No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos” (Lc 23,28). No podemos quedarnos en la superficie del mal, hay que llegar a su raíz, a las causas, a la más honda verdad de la conciencia.
Esto es justamente lo que quiere darnos a entender Jesús cargado con la cruz, que desde siempre “conocía lo que en el hombre había” (Jn 2,25) y siempre lo conoce. Por eso El debe ser en todo momento el más cercano testigo de nuestros actos y de los juicios que sobre ellos hacemos en nuestra conciencia. Quizá nos haga comprender incluso que estos juicios deben ser ponderados, razonables, objetivos –dice: “No lloréis”-; pero, al mismo tiempo, ligados a todo cuanto esta verdad contiene: nos lo advierte porque es El el que lleva la cruz. Señor, ¡dame saber vivir y andar en la verdad!
9ª Estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
“Se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2,8). Cada estación de esta Vía es una piedra miliar de esa obediencia y ese anonadamiento.
Captamos el grado de ese anonadamiento cuando leemos las palabras del Profeta: “Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros” (Is 53,6).
Comprendemos el grado de este anonadamiento cuando vemos que Jesús cae una vez más, la tercera, bajo la cruz. Cuando pensamos en quién es el que cae, quién yace entre el polvo del camino bajo la cruz, a los pies de gente hostil que no le ahorra humillaciones y ultrajes…
¿Quién es el que cae? ¿Quién es Jesucristo? “Quien, existiendo en forma de Dios, no reputó como botín codiciable ser igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muere en la cruz (Flp 2,6-8)
10ª Estación
JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDOS
Cuando Jesús, despojado de sus vestidos, se encuentra ya en el Gólgota (cf. Mc 15,24, etc) nuestros pensamientos se dirigen hacia su Madre: vuelven hacia atrás, al origen de este cuerpo que ya ahora, antes de la crucifixión, es todo él una llaga (cf. Is 52,14). El misterio de la Encarnación: el Hijo de Dios toma cuerpo en el seno de la Virgen (cf. Mt 1,23; Lc 1, 26-38). El Hijo de Dios habla al Padre con las palabras del Salmista: “No te complaces tú en el sacrificio y la ofrenda…, pero me has preparado un cuerpo” (Sal 40 , 39, 8.7; Heb 10,6.5). El cuerpo del hombre expresa su alma. El cuerpo del hombre expresa su alma. El cuerpo de Cristo expresa el amor al Padre: “Entonces dije: ¡Heme aquí que vengo!… para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad” (Sal 40 (39), 9; Heb 10,7). “Yo hago siempre lo que es de su agrado” (Jn 8,29). Este cuerpo desnudo cumple la voluntad del Hijo y la del Padre en cada llaga, en cada estremecimiento de dolor, en cada músculo desgarrado, en cada reguero de sangre que corre, en todo el cansancio de sus brazos, en los cardenales del cuello y espaldas, en el terrible dolor de las sienes. Este cuerpo cumple la voluntad del Padre cuando encierra en sí el inmenso dolor de la humanidad profanada.
El cuerpo del hombre es profanado de varias maneras.
En esta estación debemos pensar en la Madre de Cristo, porque bajo su corazón, en sus ojos, entre sus manos el cuerpo del Hijo de Dios ha recibido una adoración plena.
11ª Estación
JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
“Han taladrado mis manos y mis pies y puedo contar todos mis huesos” (Sal 22 (21), 17-18). “Puedo contar…”: ¡qué palabras proféticas! Sabemos que este cuerpo es un rescate. Un gran rescate es todo este cuerpo es un rescate. Un gran rescate es todo este cuerpo: las manos, los pies y cada hueso. Todo el Hombre en máxima tensión: esqueleto, músculos, sistema nervioso, cada órgano, cada célula–toda en máxima tensión. “Yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todo a mí” (Jn 12,32). Palabras que expresan la plena realidad de la crucifixión. Forma parte de ésta también la terrible tensión que penetra las manos, los pies y los huesos: terrible tensión del cuerpo entero que, clavado como un objeto a los maderos de la cruz, va a ser aniquilado hasta el fin, en las convulsiones de la muerte. Y en la misma realidad de la crucifixión entra todo el mundo que Jesús quiere atraer a Sí (cf. Jn 12,32). El mundo está sometido a la gravitación del cuerpo, que tiende por inercia hacia lo bajo.
12ª Estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Jesús clavado en la cruz, inmovilizado en esta terrible posición, invoca al Padre (cf. Mc 15,34; Mt 27,46; Lc 23,46). Todas las invocaciones atestiguan que Le es uno con el Padre. “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30); “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9); “Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también” (Jn 5,17).
He aquí el más lato, el más sublime obrar del Hijo en unión con el Padre. Sí: en unión, en la más profunda unión, justamente cuando grita: Eloí, Eloí, lama sabachtani?: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” (Mc 15,34; Mt 27,46). Este obrar se expresa con la verticalidad del cuerpo que pende del madero perpendicular de la cruz, con la horizontalidad de los brazos extendidos a lo largo del madero transversal. El hombre que mira estos brazos puede pensar que con el esfuerzo abrazan al hombre y al mundo.Abrazan.
He aquí el hombre. He aquí a Dios mismo. “En Él… vivimos y nos movemos y existimos” (Act 17,28). En Él: en estos brazos extendidos a lo largo del madero transversal de la cruz.
El misterio de la Redención.
13ª Estación
JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE
En el momento en que el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de la Madre, vuelve a nuestra mente el momento en que María acogió el saludo del ángel Gabriel: “Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús… Y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre… y su reino no tendrá fin” (Lc 1,31-33). María sólo dijo: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), como si desde el principio hubiera querido expresar cuanto estaba viviendo en este momento.
En el misterio de la Redención se entrelazan la gracia, esto es, el don de Dios mismo, y “el pago” del corazón humano. En este misterio somos enriquecido con un Don de lo alto (Sant 1,17) y al mismo tiempo somos comprados con el rescate del Hijo de Dios (cf. 1 Cor 6,20; 7,23; Act 20, 28). Y María, que fue más enriquecida que nadie con estos dones, es también la que paga más. Con su corazón.
A este misterio está unida la maravillosa promesa formulada por Simeón cuando la presentación de Jesús en el templo: “Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones” (Lc 2,35).
También esto se cumpla. ¡Cuántos corazones humanos se abren ante el corazón de esta Madre que tanto ha apagado!
Y Jesús está de nuevo todo él en sus brazos, como lo estaba en el portal de Belén (cf. 2,16), durante la huida a Egipto (cf. Lc 2,16), en Nazaret (cf. Lc 2,39-40). La Piedad.
14ª Estación
ENTIERRO DE JESÚS
Desde el momento en que el hombre, a causa del pecado, se alejó del árbol de la vida (cf. Gén 3), la tierra se convirtió en un cementerio. Tantos sepulcros como hombres. Un gran planeta de tumbas.
En las cercanías del Calvario había una tumba que pertenecía a José de Arimatea (cf. Mt 27,60). En este sepulcro, con el consentimiento de José, depositaron el cuerpo de Jesús una vez bajado de la cruz (cf. Mc 15,42-46), etc.) Lo depositaron apresuradamente, para que la ceremonia acabara antes de la fiesta de Pascua (cf.Jn 19,31), que empezaba en el crepúsculo.
Entre todas las tumbas esparcidas por los continentes de nuestro planeta, hay una en la que el Hijo de Dios, el hombre Jesucristo, ha vencido a la muerte con la muerte. O mors! Ero mors tua!: “Muerte, ¡yo seré tu muerte!” (1ª antif. Laudes del Sábado Santo). El árbol de la Vida, del que el hombre fue alejado por su pecado, se ha revelado nuevamente a los hombres en el cuerpo de Cristo. “Si alguno como de este pan, vivirá para siempre, y el pan que le daré es mi carne, vida del mundo” (Jn 6,51).
Aunque se multipliquen siempre las tumbas en nuestro planeta, aunque crezca el cementerio en el que el hombre surgido del voto retorna la polvo (cf. Gén 3,19), todos los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo viven en la esperanza de la Resurrección.
Este Via Crucis ha sido compuesto por Karol Wojtyla, y se incluye en el libro: «Signos de contradicción», editado por la BAC
VIACRUCIS AFRICANO